miércoles, 26 de enero de 2022

ASIMILACIÓN Y CRECIMIENTO DE LA CULTURA

De los seres que existen en el universo, a unos los llamamos inanimados y otros animados, según posean un principio de animación interna (anima, alma) que puede ser de menor o mayor perfección. El hombre posee en su cuerpo un principio de animación que actúa aún en estado de inconsciencia, pero tiene otro que es superior: la inteligencia a la que sigue la voluntad. También estas potencias han de alimentarse, y así la primera se alimenta de verdades, de ‘verdad’.  Llamamos verdad al conocimiento adecuado de la realidad. A aquellas verdades que nos son convenientes las llamamos ‘bienes’.

El hombre enlaza verdades, según una coherencia interna entre ellas, la lógica, y de ese modo crea o ‘cultiva’ la cultura. Es un conocimiento global de la realidad porque engloba los medios organizativos, técnicos, para vivir en ella. La cultura cambia, crece al añadir aquellos ‘adelantos’ que la hacen progresar. Cada generación de personas ha de integrarse en la cultura en la que nacen, al menos según se vive en su entorno social. Eso se consigue primero a través de la familia y luego mediante la enseñanza. Todos hemos de tener un mínimo de conocimientos, aunque tener un bajo nivel de ellos se llama ignorancia. Al menos se han de tener suficientes para integrarse con éxito en el entorno social e incluso para intervenir en ella y hacerla crecer. La cultura crece, porque los problemas se multiplican y al solucionarlos, se la incrementa en calidad. Debe ser así porque nunca la organización social ni los medios técnicos serán suficientes.

No hacerlo por negligencia es un mal para la propia persona pero también para su grupo social, porque no le aportará ningún bien. Será un parásito. Su entorno cambiará, pero él se mostrará pasivo, e incluso molesto por los cambios y no corresponderá con iniciativa. 

Hay una historia de la cultura. Se pueden adoptar diversos puntos de mira, aunque la historia política suele integrarlos todos. Precisamente en este campo, la política, al gobernante abusivo se le exigió que tuviera que oír el consejo, e incluso las imposiciones, del parlamento, que aprobaba los impuestos que el pueblo debía pagar para los gastos colectivos. Pero también se exige que los miembros del parlamento sean elegidos por el pueblo. Poco a poco se constituye un estado democrático. Para evitar abusos de unos y de otros, el pueblo exige después que se respete la libertad. Todos estos han sido hitos históricos. Hoy se pide igualdad. Pero todos estos pasos engendran un caos, y unas acciones indignas, que a veces lleva a pensar si han merecido la pena.  ¿Dónde puede estar la deficiencia? En que no siempre, o casi nunca, se han dejado guiar por la verdad y por el bien de todos. A veces el interés, la demagogia se imponen porque aparecen como necesidades evidentes. Pero no, la necesidad evidente es la búsqueda de la verdad. La verdad no aparece de modo espontáneo, es compleja y hay que buscarla y encontrarla. A veces requiere aportaciones múltiples, experiencia, rectificaciones. La ciencia sabe bastante de todo eso, pero la vida social se cree más autosuficiente. Y se equivoca.

Porque con la libertad o la igualdad se pueden hacer negocios al servicio del bien personal y social, o del mal personal y social, un mal placentero en el primer momento, pero dañino a largo plazo. Y por respeto a la libertad de pensamiento y de acción se tolera, no se ataja. La libertad de pensamiento quiere decir que cada persona debe buscar lo mejor que sepa la verdad y el bien, y debe respetarse su capacidad dentro de su buena intención. En principio quien busca puede encontrar. 

En definitiva, se ha de buscar activamente el bien y la verdad, según la propia capacidad y las facilidades del entorno, al que a veces es necesario convencer. Pero está claro que entre unos y otros hemos de mejorar y acrecentar nuestra cultura, para que pueda desarrollarse en paz y sea un buen punto de partida en adelante.


No hay comentarios: