viernes, 5 de marzo de 2021

Oración, Ayuno, Limosna

 -Lo comenzamos tomando los textos del Sermón de la montaña, Mt 6.  En ellos nos habla Jesús de la oración, del ayuno y la limosna.  También el Papa se ha hecho eco de estos tres apartados en los que divide Jesús su discurso.

-Veamos primero la Oración. Nos dice Mateo 6,5: "Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.

Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. 8 No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis".

Y si lo sabe, ¿para qué pedirle entonces. Veamos Marcos 10,46: "Y  (Jesús y sus discípulos) llegan a Jericó. Y al salir él con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama».

¿Hay que pedir? ¿Hay que repetir muchas veces y a voz en grito lo que se pide? 

Parece que lo importante, entonces, no es decir lo que Dios ya sabe, sino mostrarle al Señor el interés que se tiene en conseguirlo. Además, Bartimeo clama lo que tenía metido en el corazón, lo que había pensado antes que diría a Jesús si tuviese la suerte de encontrarle. Y la ocasión le llega. A eso se dirige nuestra oración, a formar en nuestro interior un depósito de intenciones intensamente queridas. Ese propósito lo forjó en el silencio de su oración, en su intimidad.  

La oración nos tiene que hacer mejores a nosotros y a nuestro ambiente. Nos cuenta el Génesis que hubo un momento en que el ambiente entre los hombres era tan perverso, que Dios decidió hacer borrón y cuenta nueva. Y mandó el diluvio, del que solo Noé y pocas personas más se salvaron (Gen 7). 

Jesús también decide volver a empezar en su tiempo, en su ambiente, pero lo hace de uno en uno, no de manera colectiva. Inventa el bautismo. Y si después volvemos a caer, el sacramento del Perdón. Así podemos empezar una y otra vez nuevos propósitos.  

El ayuno 

Veámoslo a continuación. Sigue diciéndonos san Mateo:  Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará".

Nada de clamores y ostentaciones públicas. No tiene por qué notarse lo que tomas o dejas de tomar: bebida, comida; tu puntualidad, tu diligencia; tu acabar bien lo que estás haciendo;  los arreglos que hagas; el  no protestar; el no criticar y aceptar lo que otros hagan; en cambio, corregir cuando te parece que debes hacerlo pero con afecto. Sin críticas, sin darlo a conocer o sin compararte a nadie.

La limosna

Sigue el evangelio: "cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; 4 así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará".

¿Qué entender por limosna? Dar, dar cosas que el otro necesita. Pero pueden ser cosas materiales o espirituales. En este dar a otro hay un orden: primero Dios. San Lucas (14,25) escribe: "Mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:  «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío". No es digno de mí. 

-Dios en primer lugar, la oración, la Misa, el rosario, han de ser lo primero en valor y cronológicamente. Después ha de venir todo lo demás: necesidades de la mujer, de los hijos, del trabajo, de los clientes, de los amigos.  Un espíritu de servicio porque el primero en el Reino será el primero en el servir, en las tareas que haya que realizar, en el cuidado a los demás.

¿Y tú? ¿Y yo? No descuidemos nuestro cuidado, pero dejándolo para después, en último lugar. 

Todo esto se fabrica en la intimidad del corazón, en el interior, en la oración y en los propósitos. Jesús nos dice en Mateo 15,15:  "Y, llamando a la gente, les dijo: «Escuchad y entended: 11 no mancha al hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre».

12 Se acercaron los discípulos y le dijeron: «¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oírte?». Respondió él: «La planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz. Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo».

Pedro le dijo: «Explícanos esta parábola». Él les dijo: «¿También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis que todo lo que entra por la boca pasa al vientre y se expulsa en la letrina?, pero lo que sale de la boca brota del corazón; y esto es lo que hace impuro al hombre, porque del corazón salen pensamientos perversos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, difamaciones, blasfemias. Estas cosas son las que hacen impuro al hombre. Pero el comer sin lavarse las manos no hace impuro al hombre».

No es lo que entra en el hombre, aunque hemos de procurar que entren ideas buenas. Es lo que sale, si antes hemos cultivado en el corazón cosas buenas, producirán su fruto. Es lo que nos dice el Evangelio que hacía la Virgen María, guardar en su corazón los sucesos en los que veía que Dios había intervenido: primero lo de la escritura santa, después, las grandes intervenciones de Dios en su vida. 


1 comentario:

Anónimo dijo...

ALabado dea dios