jueves, 19 de noviembre de 2020

Noviembre y los 'novísimos'

 Se suele hablar en noviembre de las Postrimerías, la situación que llegará al final de los tiempos. Otros prefieren hablar de la misma realidad llamándola 'los Novísimos'. Prefiero esta designación porque parece más acorde con el sentido que la Sagrada Escritura da a la historia y al comienzo de los últimos tiempos que son en realidades nuevos para la humanidad.

Al comienzo del Génesis, primer libro escrito por inspiración del Espíritu Santo, se lee que 'Al principio Dios creó el cielo y la tierra'. Nada había antes de que Dios empezase a crear el mar, las plantas y los animales que pueblan el mar y la tierra...

Hoy se suele explicar el origen de modo materialista: al principio, se dice, existía la materia y por evolución empezaron a aparecer seres concretos, desde los más caóticos y confusos, a los más definidos y bien cuidados. Ahora bien, se puede preguntar: ¿Y qué hace ahí la materia, en el origen, y quién le da la capacidad de ir concretados seres compuestos pero muy bien armonizados? ¿El azar, el éxito o la mera evolución? ¿Y cómo es que tenían esa posibilidad de éxito, la tenían por sí mismos, tan listos eran? O, ¿quién les ordena que se pare y defienda ese orden que ha producido?

Los libros sagrados parecen más convincentes: hay un espíritu que crea y ordena materia y espíritus. El hombre, aunque tiene un cuerpo, actúa más como un espíritu que como una torpe materia. ¿Y si la materia no es torpe por qué no lo es, porque es también espíritu? Esa explicación la intentó Baruc Spinoza, pero no consiguió distinguir a qué era debido la determinación de la materia y, por otra parte, la libertad del espíritu. Más que difícil parece imposible.

Dios crea: 'hágase' y se hace. Y vio Dios que todo lo que había creado era bueno y era coherente, y solidario entre sí. Y de este modo, nos muestra el Génesis novedad tras novedad. Como un artista, se dice que Dios crea poco a poco. Actúa, espera, contempla, juzga y vuelve a crear. En el caso del hombre, hombre y mujer, le parece la realización excelente, muy buena, porque se muestran a su imagen y semejanza. ¿Es que tiene Dios cuerpo? No, pero mediante el cuerpo la relación de la persona humana con la creación es directa, inmediata: ha de trabajarla y de ella ha de alimentarse. Y ese trabajo exige colaboración, encuentro entre los hombres y comunicación, acuerdos. De ese modo el ser personal y comunitario de Dios queda reflejado en la creación. 

Y con esos trabajos y esas relaciones comienza la historia. La historia es el intervalo entre el principio de los tiempos y su final. Y Dios, para que el hombre pueda orientar su presente, le muestra cómo será el final. O, más que final, el principio de una nueva situación que es la eternidad, en la que habrá novedad y crecimiento junto a Dios.

En el último libro de la Biblia, llamado Apocalipsis o Revelación del apóstol Juan, podemos leer en 20.11 el momento, antes nunca antes visto, del Juicio Final: 

(Fra Angelico)

"Vi un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él. De su presencia huyeron cielo y tierra, y no dejaron rastro. Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los libros. El mar devolvió a sus muertos, Muerte y Abismo devolvieron a sus muertos, y todos fueron juzgados según sus obras.

Después, Muerte y Abismo fueron arrojados al lago de fuego –el lago de fuego es la muerte segunda–. Y si alguien no estaba escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego."

Y más adelante comienzo todo lo nuevo:  "Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo." 

¿La esposa de Dios? Es el lugar donde habitará la comunidad de los santos con los que quiere unirse íntimamente: «He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos” será su Dios».

Está hablando de la vida futura, totalmente desconocida, nueva, vida en la que todo será nuevo. De una manera rotunda declara: «Mira, hago nuevas todas las cosas».

Está decidido: «Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente. El vencedor heredará esto: yo seré Dios para él, y él será para mí hijo. Pero los cobardes, incrédulos, abominables, asesinos, impuros, hechiceros, idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda».

¿En qué consiste esa valentía que mostrarán los vencedores? En la valentía de acoger la fe, porque la fe, la revelación de Dios, hay que pensarla y aceptarla, por encima de la prudencia de los sentidos que nos insinúan: lo que dice la fe no existe porque no se ve. Es necesario superar esas evidencias de la carne con la fortaleza de la inteligencia del espíritu. Los cobardes prefieren atrincherarse en lo inmediato, en lo que palpan con la mano, no se arriesgan. Siendo así que cualquier otra decisión de esta vida requiere afrontar el riesgo del futuro, de lo que no se sabe. Pero piensan que la fe no, no me arriesgo a creer y a vivir de acuerdo con la fe, prefiero la anarquía. Cuando es evidente que la sinceridad, la verdad, la caridad, el perdón, vivir en paz, son superiores a sus contrarios. Pero no se fían, son cobardes. 

"Y me mostró un río de agua de vida, reluciente como el cristal... En medio de su plaza, a un lado y otro del río, hay un árbol de vida que da doce frutos, uno cada mes. Y las hojas del árbol sirven para la curación de las naciones. Y no habrá maldición alguna. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le darán culto. Y verán su rostro, y su nombre está sobre sus frentes. Y ya no habrá más noche, y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz de sol, porque el Señor Dios los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos."

La novedad de Dios, que imprime a la creación desde el primer momento. Todos tenemos la experiencia de la novedad de los días y del encuentro entre las personas. La vida de Jesús estaba llena de iniciativa, de actividad. Iba y venía, encontraba a unos y otros, hacía esto y aquello. Solo nosotros somos aburridos, no sabemos qué hacer y muchas desaprovechamos el tiempo. Lo matamos con la pasividad, la televisión, el sueño. Pero Dios no es así. Los que están cerca de Él en esta vida son muy activos. Y en la otra, ya vemos, será Dios quien estará cerca de nosotros, y todo será constantemente nuevo.  

"Mira, yo vengo pronto. Bienaventurado el que guarda las palabras proféticas de este libro." "Mira, yo vengo pronto y traeré mi recompensa conmigo para dar a cada uno según sus obras. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.

Dice el que da testimonio de estas cosas: «Sí, vengo pronto».

Amén, ¡Ven, Señor Jesús!"


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