viernes, 26 de junio de 2020

Una fecha entrañable: 26 de junio

Crecer como hombre o mujer, no es fácil. El crecer físico es cosa de años, pero el crecimiento intelectual y ético depende de la familia, de los profesores, de los amigos. Aunque llega el momento en el que queremos ser independientes. Y es un momento importante, crucial, un momento decisivo porque es la libertad propia la que decide. Normalmente sigue a un encuentro con personas que antes no conocíamos o con ideas  que hemos descubierto o nos han señalado otros y nos han deslumbrado. La conciencia propia, íntima, va marcando el camino hacia el nuevo puerto al que se quiere llegar. Si es que hay un puerto, porque a veces tan sólo se camina 'por uno mismo' a dónde sea, aunque no se sepa muy bien ese adónde.

Ser cristiano tampoco es fácil. Como no lo era ser israelita. Nacer en ese pueblo era nacer con una  historia, en un contexto temporal resultado de muchos sucesos que era preciso conocer y asimilar. Ser cristiano también tiene su historia, una historia que comienza en Cristo una persona anunciada en la tradición judía. Pero no todos entendieron el anuncio de su llegada, más bien fueron pocos judíos los que lo entendieron. La misma escritura habla de un 'resto', del 'resto' que le esperaba, que leía la sagrada escritura y hablaban con Dios porque querían hacer su voluntad, no una cualquiera. A ese 'resto' perteneció la Virgen María, san José, los apóstoles y los primeros discípulos. Y, después, los primeros cristianos.

De modo que para ser buen cristiano hay que pertenecer a una tradición, o hay que encontrarla y considerarla buena, lo suficiente como para adherirse a ella. Una tradición de fiar debe tener conciencia del origen que la fundamenta y del fin al que se quiere llegar. Sólo así la adhesión de quien la encuentra puede ser plena.

Dios, como siempre, nos ayuda a discernir de modo íntimo personal, aunque entenderle depende de la rectitud de nuestras disposiciones. El camino más común vendrá dado por la tradición marcada por los primeros cristianos, refrendada en los sucesivos concilios universales, directa y sencilla para poder vivir en paz y aprovechar los medios sagrados que son los sacramentos.

Hay tres de ellos que llamamos de la 'iniciación cristiana', bautismo, confirmación y eucaristía, que nos ponen en relación con el Padre, el Espíritu Santo y Jesucristo. Otros dos ayudan al bien de la comunidad, como son el matrimonio y el orden sagrado, indispensable para que el poder de Dios continúe actuando entre nosotros, perdonándonos y consagrando el cuerpo de Cristo. El último de ellos, el sacramento que nos asiste en momentos difíciles de enfermedad o de muerte. Pero el primero, el bautismo, es el que sirve de guía porque nos pone en comunicación íntima con Dios Padre, imprescindible para hablar con Él y entender su voluntad para orientar nuestra vida en relación con los hombres.

Ese trato con el Padre nos orientará en la vida social, en la familiar, en la del trabajo que todos hemos de practicar. Él nunca nos dejará solos. Nos envía constantemente a Jesús, y al Espíritu Santo que nos sacará adelante.

Por eso es importante encontrar una buena tradición que nos acoja y nos ayude como una buena familia en la que estar y en la que encontrar tareas fundamentales. Por querer de Dios, una familia así, sencilla y desprendida de los bienes de la tierra y esperanzada en los bienes eternos, fue la que comenzó san Josemaría Escrivá, a partir del dos de octubre de 1928. Hoy celebramos su fiesta litúrgica en la Iglesia Católica. 'Un camino seguro' le pedía él a la Virgen. Sí, un camino sencillo, recto y seguro, que podamos recorrer los que, gracias a Dios, hemos encontrado los que hemos sido llamados a ella. 


1 comentario:

TOÑO dijo...

Muy buen artículo, que nos abre el campo de nuestras expectativas y nos orienta con intuiciones francas y sencillas, pero muy atinadas.