jueves, 9 de enero de 2020

La libertad con la que actúa Jesús

En el Evangelio de Marcos (6,45 y ss.) leemos como Jesús, después de la multiplicación de panes y peces, despide a sus discípulos para que le precedan en Betsaida mientras Él se retira a un monte cercano para orar. Horas más tarde, viéndoles remar con dificultad, porque el viento les era contrario, en la cuarta vigilia de la noche se les acerca caminando sobre el mar.

¿Por que nos alegra leer o escuchar esta nueva acción de Jesús? Quizás porque nos lo descubre como Dios, dominador de las leyes de la naturaleza; quizás por el modo de emplear su libertad superando las dificultades; quizás también por su rebeldía porque no quiere ser encadenado por una situación sin salida. Entusiasma la libertad con la que actúa Jesús por encima de la rigidez y el estrecho sentido común de escribas y fariseos.

Es conocido el poema de Antonio Machado que -dice él dirigiéndose a Cristo crucificado-: Oh, no eres tú mi cantar, / no quiero cantar ni puedo / a ese Cristo del madero / sino al que anduvo en la mar. Contrapone una acción de Jesús con otra y rechaza una y acepta complacido otra. No entiende por qué se dejó crucificar, por qué tuvo que aceptar esa parte tan desagradable de su vida, cuando gracias a su poder podría haberla evitado. Es mejor la vida cómoda y pacífica, a una vida de sufrimiento.

Pero habría que aceptar ambas partes si se quiere comprender a Jesús. Jesús no es partidario ni de una ni de otra, sino de las dos. ¿Cómo las hace compatibles?

Hoy, nueve de enero, es el aniversario del nacimiento de san Josemaría Escrivá. En su tiempo había una tradición pacífica en la Iglesia, un derecho canónico bien razonado y aprobado por la autoridad correspondiente. Pero Dios le pide veintiséis años después de su nacimiento que lo cambie. Ha llegado el momento histórico de hacer unas rectificaciones de importancia, tal y como vemos que se hicieron en el Vaticano II. Y su misión va a consistir en mostrar una muestra real, ya en marcha, del papel de los laicos en la sociedad temporal. La vanguardia de la Iglesia en el mundo no va a ser la jerarquía, sino los fieles de a pie. Los que están en el mercado laboral y trabajan de mil maneras, los que están casados y tienen hijos, y tienen derecho de intervenir en la educación y en la economía y en la política, como cualquier otro ciudadano responsable.

De nuevo, organización razonablemente establecida, y novedad querida por Dios que la remuevo. Derecho y seguridad frente a libertad y mejora de la vida social, haciéndola más abierta, más acogedora. La libertad de Dios frente a la seguridad de los hombres, atrincherados en sus costumbres y en su derecho. 

Los rebeldes, los antisistemas claman por la libertad, pero para destruir toda previsión. Dios es de los rebeldes y antisistema: la mente del hombre ha de estar abierta a una visión de la justicia y de la rectitud que abre caminos en la historia.
Podemos recordar a Jesús con doce años. Sus padres -padres más buenos no se podrán encontrar nunca-, siguen la tradición y las costumbres. Pero Jesús juzga oportuno quedarse en el Templo todo un día y la noche. Cuando le encuentran y le pregunta su ;Madre por qué ha hecho eso, simplemente para saber algo que quizás desconocía, Jesús le responde que debe estar atento a los asuntos de su Padre, que pueden ser imprevisibles. Y a nosotros se nos escapan los motivos, pero nos basta saber que a Jesús les pareció suficientes.   

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