miércoles, 15 de enero de 2020

Estar presente

"El crecimiento de la vida espiritual está relacionado en proporción directa con el crecimiento de nuestra devoción eucarística" (J. Echevarría, Vivir la santa Misa).

¿Qué podemos hacer para que una y otra crezcan?

Se me ocurre apartar, en primer lugar, prejuicios que la imaginación o la razón me pueden poner como un obstáculo. Simplemente por no haberlas ejercitado la analogía más simple para 'hacerme una idea' de lo que Jesús nos quiso hacer entender al instaurar la Eucaristía: Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre.

Dios ha querido que algunas criaturas suyas nos sirvan de alimento. Y para ello establece una cadena de producción: tierra, sol, lluvia, semillas, y aparecen productos como las espigas de trigo y las vides. El hombre completa la tarea y, mediante el trabajo, produce, entre otras cosas, pan y vino, alimentos que alegran la vida del hombre.

En el evangelio nos ha ido preparando con algunos milagros para entender mejor lo que hará al final de su vida: cambia el agua por vino, en la boda de Caná; multiplica el pan por dos veces para llegar a más de mil personas a partir de unos pocos panes. Por no hablar del poder que muestra en multitud de milagros de curaciones e incluso de difuntos resucitados.

Pero, ¿de qué nos extrañamos? Nosotros podemos producir chapa y recubrir unos hierros y unos hilos de cobre reformados; añadimos una ruedas de goma recauchutada. Con todo ello y gasolina, producimos una combustión: y todo eso, bien ensamblado, ¡es un automóvil! Ninguno de los elementos sueltos lo es, sí lo es el resultado de nuestro trabajo: ¡una realidad nueva, -eso sí artificial, pero real-, que no existía!

Hemos 'espiritualizado' cada pieza dándoles un cometido. Pero el colmo de la espiritualización es que 'yo me meto dentro', y ese ¡es mi coche! No solo porque lo he pagado, sino porque al conducirlo, mis sensaciones corporales las extiendo hasta las esquinas, hacia todas las dimensiones del coche. Y lo aparco en lugar más bien estrecho, y calculo si podré pasar bajo una viga del garaje. Mi sensibilidad se ha dilatado a cada esquina del automóvil. Auto-móvil, el 'auto' soy yo, que manejo el móvil.

Y sigo espiritualizándolo, y ahora lo uso para ir al trabajo, para llegar a una reunión, para recoger a un enfermo y llevarlo al hospital. Esas funciones el coche no podía ni imaginar que iba a hacerlas: no sólo recorrer las calles, sino recorrerlas para un fin humano, fijado por el intelecto. Habrá quien se fije en el coche, pero lo realmente importante es que 'yo voy dentro del coche, yo soy quien lo he conducido, yo soy el que acaba de llegar'. ¡Yo estoy dentro de él, he llegado yo a la reunión no el coche! Soy yo quien ha llegado en el coche.

Un bolígrafo es un tubo de plástico rellenado de tinta. Pero yo lo tomo y escribo una carta, pido un préstamo, preparo un discurso. Eso se llama poner al servicio de la capacidad espiritual del hombre un instrumento sencillo, inventado precisamente por el hombre.

¿Por qué hablar de 'espiritual'?  Porque el hombre no es solo materia, lo que le eleva sobre las demás criaturas son sus capacidades de conocimiento y de voluntad, que impulsan 'su' cuerpo, ciertamente más íntimo a la persona que su 'coche', o que su bolígrafo, pero también instrumento.

Si uso una pierna ortopédica, es mía, y exijo para ella un respeto que exijo también para mí. ¡Es mía!, Me sirve a mí de una manera inalienable.

"Esto es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre". Yo, nos dice Jesús, estoy ahí, he venido a vosotros en ellos. Pan y vino son los accidentes, la realidad que hay en ellos ¡soy Yo!

¿No estáis vosotros presentes en otro lugar, ante otras personas mediante una carta una voz transmitida por teléfono?  Pues, Yo estoy con vosotros a través del Pan y del Vino consagrados, 'porque son mis instrumentos', los que os dado para que podáis utilizarlos y así podamos estar reunidos unos minutos. Las personas que se quieren necesitan amorosamente estar juntos unos momentos. Y Yo, siendo Dios, quiero estar con vosotros al modo humano.

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