miércoles, 27 de febrero de 2019

...Muéveme, Señor, muéveme el verte...

El otro día oí cantar en una iglesia, muy bien cantado por cierto, el soneto ‘No me mueve mi Dios para quererte’. Me alegré por la melodía, pero no por lo que decía la canción. Ese soneto, considerado por algunos como una expresión de alta mística, es bastante mejorable.

No se conoce su autor. Pero se aventura que puede ser de san Juan de Ávila o de otros autores espirituales, porque alguno ha dejado escrita alguna expresión similar a las que contiene el  verso. Pero no se puede afirmar y no es probable. Lo que podemos ver es que tiene una clara inspiración platónica, y que es un producto de la tesis defendida por François Fenelon sobre el ‘amor puro’, que motivó una polémica con Jacques-Bénigne Bossuet, a finales del siglo XVII.

Como es un soneto sobre el amor a Jesucristo crucificado, se puede hablar directamente de la fe de la Iglesia católica reflejada en el Credo. Y en el Credo se nos insiste en que la existencia de Jesucristo es un hecho histórico, no un mito, un cuentecillo o algo así. Al papa Francisco le gusta hablar de la historicidad y la singularidad concreta de la vida de Jesús y de las nuestras,desarrolladas en circunstancias muy reales.

Jesucristo, recordemos, es el Hijo único de Dios, que vino a la tierra en las entrañas de la Virgen María. Vivió en tiempos de Poncio Pilatos, padeció y fue sepultado, y al tercer día resucitó y subió después de cuarenta días al cielo. Por tanto, yo no puedo abstraer todo esto -ponerlo al margen-, de quién es Jesucristo, tal y como nos cuentan sus biografías que son los Evangelios. Ese es el Cristo que se muestra en la evangelización para que sea amado, por ser quién es y por lo que hizo por mí.

Pero el soneto lo pone al margen. Al autor le mueve, dice, que haya sido escarnecido y que esté en la cruz, sin más consideraciones. Todo lo demás no se quiere considerar, según consta en el verso expresamente. ¿Porque no es importante? ¿O porque a la sensibilidad del autor le basta la pasión?Pero entonces: ¿en qué se diferencia Jesús del mal ladrón, también crucificado a su lado? ¿O me conmueven igual?

Si amo al mal ladrón, a la víctima o al vicioso, no es porque sean tales, sino porque son criaturas de Dios, de las que Él esperaba que oyeran a su Hijo, y tuvieran un buen comportamiento con los demás y una vida generosa que les pudiera llevar a gozar de la vida eterna. Por esas circunstancias, y no al margen de ellas, es por las que me conmueven, por lo que pediré por ellos, porque pienso en el amor de Dios fracasado en tantas acciones malas, voluntarias, de los hombres.

Pero hay algo más. "No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido", se dice en el primer verso. El Catecismo de la Iglesia alude al Cielo, a veces, como un lugar, no físico sino espiritual, en el que se encuentran Dios, los ángeles, los bienaventurados. Pero cuando se pregunta qué es el Cielo, responde citando a san Pablo: es "estar con Cristo". El clima, el ambiente del Cielo es Cristo mismo. Y "el que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?" (Jn 14,9-10). ¿Qué sentido tiene decir que no me mueve el cielo que me tienes prometido cuando el Cielo es Cristo, es el Padre, es el Espíritu Santo, es Santa María, etc.? ¿Qué entendía el autor por Cielo, un regalo añadido de importancia menor?

Habría que decir que causa, al menos, sorpresa dejar a un lado a Cristo resucitado por amor al Cristo doliente. Pero si son el mismo Cristo, debería amar a Cristo que sufre por mí y que me ofrece estar con Él en la Gloria, en el Cielo. Entonces el Credo de la Iglesia estaría al completo en la poesía.

Se podría decir que se trata de un juego de palabras, un truco poético... Desafortunado, ciertamente.

¿Y el amor de Dios por nosotros, es desinteresado y puro? ¿Nos quiere en general o a cada uno en particular? Si fuera puro, al modo platónico, según aquella teoría, tendríamos que pensar que Dios no se fija en el hombre singular, y que querría al hombre en 'general' con independencia de que fuera pecador o no, o de la bondad o maldad que realizara. Y si, es verdad que Dios quiere a todas sus criaturas por el potencial de amor y de bien que comportan. Pero quiere especialmente a aquellos que creen a su Hijo, que le siguen, que trabajan y se sacrifican por los demás y procuran acercarlos a la fe en la Providencia divina. Al Cielo, al seno del Padre.

No es acertado el soneto porque la teoría del ‘amor puro’ no lo es. El amor platónico es un amor a la ‘idea’ de hombre o de mujer, no al hombre o a la mujer concretos. Y así se fija en Cristo doliente, pero no en el Cristo real, muerto y resucitado. Este es el Cristo que amamos, al Redentor muerto por mí, al Resucitado que está en la Eucaristía y me espera en el Cielo, en su casa, en su intimidad. Por eso amo cada detalle de su vida, pensando en Él, insisto, muerto y resucitado.

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