jueves, 26 de abril de 2018

Santidad en la vida de cada día

Fue Dios quien se empeñó en hacer todas las cosas bien, y quien las examinó y pudo recalcar que todo está muy bien pensado, muy bien ejecutado, que todo era bueno.
¿Bueno para quién? Para las criaturas mismas, en concreto para el hombre que debía vivir entre ellas y debía comprenderlas para utilizarlas adecuadamente.

Consecuencia de ello es que el hombre debe procurar entender muy bien las cosas porque, de esa manera, entiende mejor a Dios, sus intenciones y la orientación que le quiere dar a las cosas, a la convivencia entre los hombres y de ellos con las demás obras. De modo que estudiar la verdad y el bien nos introduce en lo divino, en los planes de Dios. ¿No es esa la santidad que a través del trabajo, de la familia, del trato social, nos puede llevar a la santidad.

Porque, ¿qué es lo que lo imposibilita? Los planes restrictivos, subjetivos, de intereses sesgados. Mirar por mí, por los míos, por el incremento de lo mío. Usos selectivos para fines privados, o empleo de bienes no bien construidos para conseguir beneficio propio, tramposo, que roba a los demás sus propios derechos sobre lo verdadero y lo bien hecho por Dios y por los hombres.

Estudiar las cosas, las diversas materias, las asignaturas en las que parcializamos el saber para poder avanzar, es avanzar en el conocimiento de la bondad de Dios, de Dios mismo. Aprender a trabajar bien, a domeñar la materia para construir cosas útiles y bellas, es imitar –según nuestra capacidad- el poder de Dios. Orientar las cosas según justicia, es decir, atendiendo al bien particular y común, es continuar la providencia divina. Atender a niños, jóvenes, mayores, enfermos, también es para nosotros un vivir inspirado en la misericordia divina, que atiende las necesidades de todos perdonando las brusquedades y la impaciencia, y procurando la agilidad generosa. 

Crear y mantener un hogar en el amor, en la alegría, en el perdón, en la acción de gracias, en la generosidad en el otorgamiento de dones, de servicios, ¿no es todo esto santidad? Santidad porque de todo ello está cerca el Santo, complacido, que sigue aprobando su obras –y la nuestra-, como algo bien hecho, que continúa promoviendo el bien.

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