El Papa ha dicho en la catedral de Georgia, muy aproximadamente, que esas piedras han visto sucederse muchas historias, y que bastaba entrar en ella para recordarlas. Toda la historia se viene encima, y se adivina si acaso no se sabe.
Diría que lo mismo ocurre con los aniversarios: ¡recuerdan tantas cosas pasadas desde sus orígenes! Este dos de octubre es el 88º de la fundación del Opus Dei, por san Josemaría por inspiración de Dios.
Y esto de la inspiración divina merece la pena prestarle su atención. No fue una inspiración perfecta y acabada en todos sus detalles: no se puede decir que haya un solo tipo de perfección. En este caso, consistió en una llamada, en un impulso bien orientado, para que el fundador buscase los medios para sacar adelante lo que se le había pedido. Recordemos que era: 1.difundir la llamada de Dios a todos los hombres sin excepción, para que busquen la santidad, el encuentro con Dios en medio del mundo; 2. constituir una institución para que las personas a las que Dios llamase, hiciesen realidad en sus vidas ese deseo divino y lo difundieran a todos los hombres de todos los tiempos. Ahora bien, esa santificación personal y el promoverla para que otros la vivan está basada en la libertad personal, en la iniciativa de cada uno. Es cierto que hay iniciativas corporativas -colegios mayores universitarios, centros de enseñanza para campesinos, formación profesional para el hogar y la hostelería, etc.- pero también aquí la eficacia obedece a la santidad de vida que lleva a la inspiración del Espíritu Santo.
La verdad es que también eso sucede casi en todas las actividades humanas: sacar adelante una empresa, un país; el trabajo de los comerciales; el de los investigadores. Casi nada referente a la actividad del hombre está ya encauzado y asegurado.
Bien es verdad que muchos buscan 'un puesto seguro', unas oposiciones, un contrato de trabajo, una plaza fija... Desde el punto de vista del que lo busca es lo más apetecible porque evita muchos desasosiegos. Desde el punto de vista del contratador el asunto se ve de otra forma: quien se ve muy seguro en su puesto, puede tender a realizar un trabajo ralentizado, cómodo, de pocos riesgos: un trabajo menor.
La santidad personal conlleva saberse llamado por Dios y ser responsable ante Dios de lo que se hace. No cuenta el jefe, el 'qué dirán' tan humano, ni el sentir la modorra: el siervo, una vez que llega a la casa de trabajar en el campo, ha de ponerse a cocinar y a preparar el comedor, aún hay mucho trabajo en casa.
Aquel a quien Dios llama sabe que ha de hacer su voluntad al levantarse, al llevar los niños al colegio, al trabajar mañana y tarde, al llegar a casa y al cumplir sus deberes sociales y de amistad. Y aún el examinarse y rezar antes de dormir.
El buen espíritu, lleno de amor de Dios, tiene que tirar del carro, de la resistencia de las cosas a ser movidas de sitio. El espíritu es como el borriquillo que lleva alegre la carga, material y humana. Sin borriquillo, sin santidad, sin un buen espíritu, no se hace nada.
2 comentarios:
Está bien el ejemplo del borriquillo tirando del carro y las personas. El problema es que al borriquillo también hay que "animarle" para que tire. Supongo que serán las motivaciones humanas y divinas las que le azuzaran.
Pobre borriquillo teniendo que sacar de la dificultad a los vagos y perezosos que lleva en el carro. La tenacidad del borriquillo puede ser una buena imagen de la tenacidad del espíritu para sacar adelante nuestra vagueza. Si.
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