viernes, 12 de agosto de 2016

El encuentro

¿Hay algún misterio que examinar en el encuentro entre dos personas? Quizás habría que añadir si son amigos o amigas, parientes, vendedor y cliente, o algo así. Da igual, en todo encuentro, ¿qué ocurre, en qué consiste?

Sea un encuentro largamente preparado o casual, siempre hay una reacción propia de todo encuentro: una aceptación inicial o un rechazo. En el primer caso hay pocos problemas posteriores. El problema aparece cuando se quiere un encuentro cordial pero resulta molesto por alguna causa. Se podría pensar: pues se despide uno, se olvida del asunto y ya está. Bien, pero, ¿qué pasa si sucede con personas con las que hay que tratar, trabajar o convivir?

En este año de la misericordia, una de ellas dice así: llevar con paciencia los defectos de nuestro prójimo. ¿Qué nos hace chocar con él o con ellos?

Podemos decir que la otra persona tiene defectos evidentes, difíciles de sobrellevar. Es posible pero, ¿son ellos los únicos portadores de algún defecto insalvable? ¿No podrá ocurrir que también nosotros poseamos algunos catalogable de la misma manera? ¿Seremos capaces de reconocerlo?

Porque los demás serán como quieran o como puedan ser, Pero, ¿qué ocurre con nosotros? Deberíamos examinar nuestra capacidad de aceptación de la diversidad de personalidades o de caracteres de otras personas.

Es posible que estemos muy marcados por nuestra manera de pensar, de comportarnos, de elegir, de relacionarnos. Podemos ser 'egocéntricos' y basar nuestros juicios, de forma implacable, a partir de nuestro modo de ser. Quizás las personas más allegadas coinciden con ello, lo han aceptado hace tiempo, o se han hecho a nuestras reacciones, o participan de nuestras ideas y sentimientos. Si es así, y nos relacionamos con un círculo estrecho de personas, evitando toda discusión y huyendo de enfrentamientos, difícilmente lo descubriremos. La persona se abre, se hace social, su trato encuentra eficacia, si está dispuesta a comprender que todos tenemos nuestro carácter, hemos tenido una formación y hemos elaborado nuestra conducta, y que todo ello es justo referido a cada uno. Se trata de aceptar esa diferencia, que si puede causar incomodidades, abre las puertas a la aceptación de los demás y a la convivencia enriquecedora. No se trata de formar una comunidad de personas afines, sino de personas comprensivas y aceptadoras de los rasgos legítimos, aunque diversos a los nuestros, de los otros. 

Es que yo soy 'objetivo' en mis apreciaciones. Bien, ¿y qué es lo objetivo? Los pensamientos objetivos son construidos por sujetos concretos, ¿qué persona es capaz de pensamientos objetivos, verdaderos y válidos para todos los hombres? Se podría decir: -Los científicos lo hacen. Y se podría responder: -¿Verdaderamente lo logran los científicos? ¿No son ellos los que están continuamente cambiando de valoraciones científicas sobre la bondad de una dieta u otra, sobre las calidades de un medicamento o de un tratamiento, sobre la verdad del universo? ¿No son ellos los que condenan como retrógrados algunos pensamientos y proponen otros como de vanguardia, cuando más tarde reconocen que se han quedado también ellos retrasados?

No, la verdad humana es aproximada, y lo que hacen los científicos, como cualquier otra persona sensata, es experimentar bajo un punto de vista y señalar sus descubrimientos como avances inmediatos..., hasta tanto que no aparezcan otras investigaciones. Lo hemos aprendido hace tiempo de Popper: una opinión es verdadera hasta que otra la hace falsa, de ese modo avanza la ciencia. Y es de muy baja categoría científica, aferrarse a lo anterior con falta de apoyos objetivos. Porque los objetos son superados unos por otros. Así es la comprensión formal, de contenidos, en la vida del hombre. ¿No hay ninguna verdad absoluta alcanzable? Sí, que tú y yo estamos aquí, o que Dios existe porque existe el universo. Pero en cuanto al 'formato' de lo que existe, poca.
                                 
         
 Por eso se hace destacable la cultura del encuentro, como ha hecho el Papa aludiendo al entrañable que tuvieron María e Isabel, como nos va a recordar la liturgia del lunes próximo, fiesta de la Asunción de María.  

1 comentario:

Andrés dijo...

En-contrarse, la palabra recuerda un choque, porque dos van en contra. Se espera el porrazo.na razón
¿Cómo convertir el porrazo en algo amable? ¿Es posible esa conversión?
Quizás la solución vaya por ahí, por donde indicas: evitar mantener una razón pétrea, inamovible, más dispuesta a golpear que a preparar una relación amable. ¡Es todo un arte!