El atractivo mutuo del hombre hacia la mujer llega un momento en que se estabiliza. Ambas partes acuerdan una unión exclusiva y para siempre. Piensan que de esa manera el atractivo se puede volver cariño y amor, y hacia eso van. En su tiempo, el pueblo judío -'por la dureza de su corazón'-, aceptaba la poligamia. Pues no, Joaquín y Ana, no.
Cierto que, como todo matrimonio entre hombre y mujer, tienen la esperanza de tener algunos hijos, pero no llegan. Pasa el tiempo y no se anuncian. Es un revés que reciben pero bueno, la vida no se acaba ahí. Y siguen con su matrimonio, abiertos ambos al trato cariñoso con familiares y vecinos.

Pero viene la hija, el fruto del matrimonio tan esperado. Y es una hija preciosa, alegre, que muy pronto se muestra despierta, lista y, gracias al ejemplo de sus padres, muy inclinada hacia el bien, hacia lo mejor. Esa hija trae a los padres una satisfacción enorme. Su vida no quedará chata, menuda, mínima, sino que se prolongará en una descendencia.
Tampoco será mala la descendencia que les dé la Virgen María, les da como nieto a Jesús, el anunciado por los profetas y esperanza de todos los hombres.
¡A cuánto puede llegar una familia! Bien, es verdad, este es un ejemplo máximo, pero es un ejemplo estupendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario