Aunque nos perdamos, el Señor no está dispuesto a que nuestro despiste sea definitivo. Lo dejó claro en la parábola del Buen Pastor que tanto le gustaba. La había referido en el Antiguo Testamento y Él la emplea profusamente, desde diversos puntos de vista: Él es la puerta del aprisco, el buen pastor, el que recluta otros pastores...
M-D Philips se fija en que quiere llevarnos a verdes praderas, para alimentarnos como un padre generoso hace con sus hijos. Y se pregunta ese autor, ¿qué pastos tan nutritivos y apetitosos son esos? Consultando el Evangelio se encuentró con tres alusiones de Jesús a la comida. La primera, al sufrir una de las tentaciones del demonio: le ofrece pan para satisfacer su hambre de cuarenta días y Jesús rechaza transformar la piedras en pan. No solo de pan vive el hombre -le dice-, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Más adelante, los discípulos llegan a Samaria y ellos se van a comprar comida por las casas. Cuando vuelven se lo anuncian con cierta satisfacción: -Mira lo que hemos conseguido. Jesús les asegura que Él tiene otro alimento, hacer la voluntad de su Padre y llevar a cabo su obra, su encargo.
El último momento ocurre en la Última Cena: -Tomad y comed porque esto es mi Cuerpo. Por tanto, en resumen, el alimento que nos recomienda es: la Sagrada Escritura, para alimentar nuestra mente; la búsqueda de la voluntad de Dios, para alimentar la conducta; la intimidad con Él mediante la oración y los Sacramentos, en concreto, el de la Eucaristía. Estar con Él, comprenderle, acompañarle, que nos acompañe.
Nuestra vida debe ser alimentada, y hemos de mostrar el mismo alimento a los demás, empezando por los más cercanos, los que forman parte de nuestra familia. En el seno de cada familia se debate el futuro del mundo y de la Iglesia, nos decía Juan Pablo II. Desde luego, en la nuestra está en juego la integridad de los que formamos parte de ella.
Por eso, no podemos permitir que los peores productos de nuestra sociedad, los más sucios y dañinos, entren en nuestra casa. Y menos, que seamos nosotros quienes los introduzcamos. Me decía un constructor que el comprador de un piso, todavía en construcción, le había pedido que pusiera tomas de televisión en todas las habitaciones, y él se negó. -Pero si es fácil, apenas le cuesta nada mientras se terminan los pisos. El constructor le dijo que él no se los ponía. Y no se cerró el trato, posiblemente por el enfado del pretendido comprador.
La fortaleza de los hijos reside en los padres y en la familia bien unida. La vida gira en torno a ellos y afrontan sus desafíos, buenos y malos, con sinceridad, todos unidos. Las verdes praderas no debemos perderlas, nos hace falta el buen alimento. Hemos de hallarlo y llevar hasta él también a otros.
1 comentario:
Muy ocurrente el interesarse por lo que pueden consistir las verdes praderas. Agradecido por darlo a conocer.
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