lunes, 14 de octubre de 2013

El regalo de la libertad

Es de educación corresponder con un don cuando se recibe alguno de otra persona. A veces la persona que lo otorga se ve recompensada viendo tan solo con qué ilusión utilizamos lo que nos ha regalado. Sobre todo en el caso de los pequeños, ver como toman el juguete y empiezan enseguida a jugar con él.

Dios nos ha regalado una vida humana, lo cual quiere decir que nos ha dado la libertad para dirigirla por donde queramos. Lo que espera de nosotros es que la empleemos, que la pongamos en ejercicio. Y si lo hacemos sin parar, mejor, señal de que nos ha gustado. Hay que decir que la rutina, la pérdida de tiempo, el aburrimiento, la pereza que nos lleva a distraernos mirando o hablando de los demás, eso no es ejercitar la libertad.

Tampoco dejarse vencer por los obstáculos, ser cobarde, miedica, temeroso, incapaz de sufrir, de aguantar, de ser constante; no ser capaz de sobreponerse, de encauzar la situación. Quien se queja, quien ve todo a su alrededor y el futuro negro, ese adopta una actitud no humana, porque parece que no tiene o no sabe que tiene libertad.

En el libro del Apocalipsis se habla de un jinete que aparece sobre un caballo blanco, que sale 'vencedor y
para vencer' (Ap. 6,3). Esa es la actitud que Dios desea ver en sus hijos: nos ha creado vencedores para que vivamos venciendo. Pero no en los asuntos temporales, materiales, sino en las pequeñas o grandes batallas espirituales que sobre todo hemos de practicar contra nosotros mismos. Habrá batallas externas que librar por ejemplo contra la pobreza, el paro, etc. En eso no sabemos si venceremos. Pero la actitud interior si ha de ser la propia de las personas que se enfrentan ante las dificultades con ánimo de superarlas.

Esta es una actitud, no un resultado. Cuantas veces vemos algo parecido entre los deportistas. Han de tener 'la moral alta', solemos decir. Un derrotista, mejor que se retire de la competición. El público quiere que compitan campeones. A todos nos gusta ver un tenista, o ciclista, o jugador de cuaolquier tipo con afán de presentar batalla y llevarse el premio. Más aún, si no fuera por eso el deporte no sería atractivo. Pero lo es, y los buenos deportistas son los mejor pagados. Porque entretienen, dan alegrías a sus seguidores, incluso toda una nación puede sentirse orgullosa de ellos.

Así nosotros en el terreno espiritual, interior, que sale de dentro. Hemos de ser luchadores que ejercen su libertad, que tienen inventiva para encontrar atajos, caminos para seguir adelante, con ánimo de campeones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno para reflexionar Don Francisco.
Marcelo