jueves, 25 de julio de 2013

Sembrador que siembra

Dice el Evangelio de Mateo (c. 13) que Jesús salió un día de casa y se le reunió mucha gente. Enseguida se puso a atenderles y quería hablarles, pero eran tantos que pidió subir a una barca y desde ella les dirigió la palabra.

Les habló de lo que le acaba de suceder a Él: que salió el sembrador a sembrar. Es una parábola, pero que describe su acción de esa mañana. Él, sembrador, sale a sembrar.

También el Papa Francisco ha salido estos días de su casa y se ha encontrado ante una multitud que le esperaba. Salía a sembrar, y enseguida a empezado. Jesús se encontró con tanta gente que tuvo que subir a una barca. El Papa también se ha encontrado con una multitud, y habla desde su sede, o desde el presbiterio, con un micrófono y altavoces potentes. Son muchos los miles de personas que se han congregado.

Jesús dice: -Mirad. Es decir, prestad atención a lo que os digo, no os distraigáis con menudencias. Y aclara: el sembrador sale siempre a sembrar. Qué cosa más sencilla de comprender. ¿Quién soy yo, qué tengo que hacer cada día? Buena pregunta, la tengo que responder. ¿Soy carpintero solamente, o un cristiano carpintero? ¿Qué debo hacer si mi caso es el segundo? ¿Para hacer qué salgo de mi casa cada día, para hacer puertas o para santificarme y santificar a otros haciendo puertas? Depende del título que define mi vida, así debo obrar.

San Josemaría hacía observar la generosidad con que el sembrador de la parábola siembra. Es como Jesús, siembra a derecha e izquierda, a voleo, sin importarle a dónde puede ir a parar la semilla. Lo hace por si alguna queda prendida en un lugar imprevisto y germina. A voleo.

Y claro, parte cae en sitios poco aptos, otros son aptos pero tienen ortigas, y otros son de buena tierra pero de desigual calidad. Y la calidad del lugar, si consideramos que la tierra es el hombre, depende su nuestra voluntad, del modo como la recibamos y la arropemos.

En el texto aparecen dos valores espirituales que deben ser muy apreciados: la esperanza, porque acoger bien la semilla da frutos en el futuro; y la fidelidad, porque hay que continuar en la tarea decidida conforme pasen los años. La verdad y el bien, bien buscados, han de ser conservados. Jesucristo es la verdad y el bien que debemos apreciar y del que no hemos de separarnos. Todo lo contrario, conviene intensificar la comprensión de su persona y el trato con Él. Como nos aconseja el Papa Francisco.

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