viernes, 12 de julio de 2013

Limpidez

Limpios, limpios de corazón. Decididamente, a Dios le gusta la higiene. Está a favor de los limpios de corazón. ¿Y por qué? Porque ellos verán a Dios.

La nueva encíclica del Papa Francisco, Lumen fidei, parece argumentar en sentido contrario. Viene a decir: bienaventurados los que ven a Dios con la luz de la fe, porque ellos quedarán limpios.

Bien,'tanto monta', porque se puede empezar a decir por un extremo u otro. Pero no, Jesucristo daba por hecho que eran bienaventurados los que recibían la luz y no la manchaban ni hacían opaca con los pecados, Y así, claro, veían con más claridad a Dios.

"La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará iluminado" (Mt 6,22) Si el ojo obtiene una iluminación sencilla pero directa, iluminará el cuerpo y todas sus actividades. No habrá tinieblas. Porque Jesús es luz y ha venido a despejar las tinieblas del mundo y de los hombres (Jn 1).

La nobleza del hombre le lleva a resaltar la dignidad de su espíritu, que proviene de Dios, y el espíritu y las obras espirituales de los demás. El pudor le lleva a no mostrar lo que le hace inferior, lo que le denigra, su soledad. Con pudor deja en muy segundo plano cuanto le asemeja con los seres inferiores, y destaca lo que engrandece su espíritu, suis relaciones espirituales y las obras procedentes de su espíritu.

Por eso, una vida decente, lleva a defender el corazón de luces impuras, estridentes y de mal gusto. A defender los ojos de imágenes impudorosas. Evitar la curiosidad, los chismes, las novelas, los reportajes del 'corazón' mal orientado, películas, tertulias, donde no hay luz auténtica, luz pura, luz de Dios. Esa es luz desaprovechada.

La luz, además, conlleva calor, afecto, cariño. Despeja de groserías el ambiente, la conversación, la diversión, las bromas. La luz llama a la luz. Y donde hay luz no pueden darse los borrones, las tormentas, la oscuridad provocada y voluntaria.

El corazón se limpia con la Confesión. Si el camino no proviene o no lleva a Dios, poco importa que la desviación sea grande o pequeña: ¡hay que rectificarla! La diferencia es que la grave, la culpable, exige mayor esfuerzo para volver al camino, pero ambas han perdido el rumbo.

"La mies es mucha..." Los limpios de corazón, los que ven a Dios insistentemente, pueden ayudar a la recolección de esa mies tan abundante.

1 comentario:

Francisco Molina dijo...

Entonces, el pecado sería la opacidad, el obstáculo para que la luz transite. La luz, en su origen, es maravillosa. Pero la podemos matizar tanto, que acabemos a oscuras, o a medio oscuras, y equivoquemos los movimientos o tropecemos.