Es una buena pregunta porque hoy día estos pecados nos envuelven. El aborto y el terrorismo van contra Dios creador; la violencia, la mentira, la negación de libertad a los inocentes, va contra la dignidad querida por Dios, en Cristo, hacia los hombres; la sexualidad difundida y aplaudida, va contra el amor; la avaricia y la soberbia denuestan la justicia, del mismo modo que la parcialidad de jueces inicuos ofenden al Justo; también el robo que se aprovecha de los medios económicos destinados a paliar la miseria, es una falta contra la piedad y la misericordia divinas.
Mateo 12,32; Marcos 3,29; Lucas 12,10; I Juan 5, 16; y Hebreos 6,4-8, son muy tajantes: no se perdonará el pecado contra Dios, y en concreto contra el Espíritu Santo que nos comunica su voluntad salvadora. Para los Padres: son blasfemias contra Dios, malicia manifiesta, desprecio de la obra santificadora del Espíritu Santo, obstinación, pertinacia en el pensamiento humano, presunción de que la verdad propia es la absoluta, etc.
Por el contrario, están las palabras de Jesús a Pedro, que se encuentran en Mateo 16, 13-19: “…tú eres Pedro… te daré las llaves… todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos”.
En continuidad con el texto anterior, Trento, en la sesión XIV, capítulo I, recuerda la cita de Juan 20,22: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonareis los pecados, les son perdonados; y a quienes los retuviereis, les son retenidos.” El canon 1º correspondiente resuelve la cuestión de forma dogmática: “Si alguno dijere que en la Iglesia Católica la penitencia no es verdadera y propiamente sacramento, instituido por nuestro Señor Jesucristo para reconciliar a los fieles con Dios mismo, cuantas veces caen en pecado después del bautismo, sea anatema” (Enchiridion Symbolorum, Denzinger-Schönmetzer, 1701)
En este contexto hay que leer a Juan Pablo II en, Dominum et Vivificantem, 42-48 (más específicamente 45-46), en los que se plantea el tema directamente; así como el Vaticano II, Dives in misericordia y todos los textos del Magisterio anterior y posterior.
Y, ¿cómo entender, según esto, las palabras de Jesús? ¿Hay que considerarlas exageradas?
No. Esos pecados son horribles y mientras las personas se empeñen en ellos no hay nada que hacer. San Agustín añade que si los aprueban y realizan hasta el final de sus vidas, serán imperdonables. Como por otra parte sucede con todos los pecados: quien peca debe arrepentirse y tener propósito de enmienda.
La experiencia de la Iglesia, y de todos los confesores, ha sido y sigue siendo que hasta los pecadores más recalcitrantes pueden arrepentirse con la gracia de Dios. Y son acogidos, en nombre de Jesucristo, con enorme alegría.
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