viernes, 7 de junio de 2013

Mostrar el cariño

En una ocasión, cuenta el evangelista Lucas, estaba Jesús invitado por un fariseo llamado Simón a comer en su casa. Las intenciones de Simón para invitar a Jesús no están claras, aunque tampoco parece que fueran malignas. Lo que sabemos es que invitó a Jesús para escucharle, pero tuvo la precaución de no mostrarse excesivamente magnánimo con él. Quizás para que no le tachasen de partidario se mostró frío, educado pero distante.

En cierto momento se presenta en el lugar cierta persona, una mujer pecadora. Con cierto arrebato se inclina  a los pies de Jesús y los riega con perfume y con lágrimas, besándolos y como secándolos con sus cabellos. El escándalo está servido. Sobre todo en aquellos tiempos en los que la mujer no solía acercarse a los hombres.

Jesús, ante el mal juicio de Simón y de muchos presentes, se dirige al anfitrión. Le dice que, además de la invitación a comer, no ha tenido con él detalles de afecto, porque no lo ha besado al entrar, según la costumbre, ni le ha invitado a las abluciones rituales acostumbradas, ni le ha ungido con perfume... En cambio aquella mujer se ha volcado en detalles de cariño. -¿Sabes por qué, en qué os diferenciáis uno y otra? En que la mujer ama, tú no me amas. Ella ha perdido perdón de sus pecados y se le han perdonado, pero tú no te arrepientes de los tuyos. Lo tuyo es curiosidad, deseo de quedar bien o algo así.

Jesús, Dios y hombre, es sensible a los detalles humanos. Al adiós, a la mirada de afecto, a la visita incluso hecha con sacrificio, al tiempo dedicado a la lectura y meditación de su vida y de su doctrina.

Durante un tiempo se creyó que Dios era indiferente a la actuación humana. Que solo le movía la justicia y el castigo, pero era incapaz de sentimientos. ¡Dios es inmutable!, de modo que a su ser no le afectan nuestras obras buenas o malas. Y de ahí sacaban la salvación de todos los hombres a pesar de sus malos comportamientos.

En el sermón del monte, posiblemente al inicio de su vida pública, Jesús habla de las bienaventuranzas. ¡Felices, bienaventurados, los hombres que vivan conforme a ellas! Todas son positivas, no hay ninguna recriminación, todas se refieren a la convivencia o al modo de vivir en esta tierra. Pero los efectos de esas formas de comportarse tienen repercusión eterna, porque nos hacen felices, de mirada profunda, tranquilos, en paz con todos. ¡Incluso si por defender la ley de Dios se crean enemistades o persecuciones!

Jesús tiene corazón. María su madre también. Y hemos de tenerlo nosotros. No seamos fríos, indiferentes. Tengamos detalles de cariño con Dios, con las personas próximas y con todas aquellas a las que nos aproximemos.

1 comentario:

Francisco Molina dijo...

El sentimiento tiene una enorme importancia, sobre todo en nuestra cultura andaluza. Pero es traidor. El sentimiento cambia de signo, se une a 'otra cosa', se pierde y... parece que se ha perdido todo. El conocimiento, la cabeza, ha de ir por delante. Y luego el sentimiento. Un sentimiento espontáneo o un sentimiento inducido: también espontáneo pero con la espontaneidad de la voluntad.