Esta frase ha sido dicha en muy poco espacio de tiempo, últimamente por el papa Francisco y, poco antes, pora el papa emérito Benedicto XVI. Y es que tal frase es patrimonio de la Iglesia Católica y por eso es lógico que, en el año de la fe, la oigamos repetir a menudo. A ver si de este modo, en ese machaqueo, se nos incrusta de verdad en nuestra existencia.
Este sábado santo se volvió a exponer en Turín la Sábana Santa. Poco tiempo para que se pudiera visitar
por muchas personas. Pero sabemos que las reliquias se deterioran con la luz, los visitantes, a pesar de estar protegidas. Existen copias que hemos podido admirar, por ejemplo en Málaga hace unos meses, que si no son la auténtica, nos ayudan a hacernos una buena idea de lo que la de Turín significa.
El papa actual nos hablaba de que ese rostro de Jesús, admirable, majestuoso, a pesar de tener los ojos cerrados -posiblemente por dos monedas romanas que les fueron puestas para que no se abrieran-, nos miran. Porque penetran nuestro interior y ya en el corazón nos preguntan por nuestra fe, como si nos dijera, y estas no son palabras del papa: -¿Qué te parece mi rostro? ¿Qué te dice mi rostro malherido por ti, por tus faltas, por tus ofensas a mi Padre? ¿Vas a seguir hiriéndome como hasta ahora?
Estos días seguiremos admirando el estado de ánimo de María Magdalena cuando busca en el huerto a Jesús. Es una persona sencilla, casi simple, que solo sabe de amor, de que ha sido amada y por eso ama con todas sus fuerzas. Le hablan ángeles, le pregunta el mismo Jesús, y ella responde sin saber lo que dice. Solo le importa saber dónde está Jesús. Jesús, ¿donde estás? Topa con él pero no le reconoce porque está buscándolo y no lo encuentra, por tanto no le parece que nadie que le hable pueda ser el mismo Jesús. Jesús no está, ¿donde está Jesús? -¡María! El oído le ha sido más fiel que la vista: -¡Rabonni!
Ya está, Jesús ha resucitado. Pero las demás personas, por buenas que sean, no la creen. ¿Cómo va a resucitar? ¿Cuándo se ha oído tamaño disparate? Jesús en persona hace entrar en razón, pero en una razón iluminada por la fe, porque si no...
Esa fe ha de transformar nuestra vida. Los principios rectores han de ser la Resurrección y, por tanto, todo el mensaje previo y posterior de Jesús. Atentos, meditemos, pidamos.
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