Un profesional es una persona que conoce a fondo un trabajo, posee la técnica, tiene experiencia, sabe hasta donde puede llegar y en qué momentos.
Los Apóstoles eran profesionales de la pesca. Años de ejercicio aprendido junto a sus padres y trabajadores maduros, conocedores del lago en el que solían pescar.
Un día estaban juntos Simón Pedro, Tomás el llamado Dídimo, Natanael, Santiago y Juan, y otros dos cuyos nombres desconocemos. Discípulos probablemente, y en este caso el evangelista quiere destacar que la enseñanza iba dirigida a los que eran Apóstoles. O bien, quizás, asalariados del Zebedeo, porque hacía tiempo que Pedro y sus compañeros no usaban las barcas pero allí estaban ahora, operativas. La sociedad montada por Zebedeo podría ser la que les prestaba las barcas.
Salen a pescar porque tienen un rato libre y deseos de ejercer su antigua afición. Pero salen a pescar cuando no hay peces cercanos. ¿Les ha fallado el olfato profesional? Quizás la posibilidad no era muy alta pero ellos quieren salir y se esfuerzan durante toda la noche. Al final han de reconocer su fracaso profesional. Nada de nada.
Pero allí está Jesús, "¡echad a la derecha de la barca y encontraréis!". Allí estaban los peces y en cantidad considerable. Jesús era un profesional de la carpintería o de un oficio parecido. Por tanto, la sabiduría de la que hace gala es superior a la humana. Quizás el banco de peces era visible desde la orilla, o lo era el movimiento agitado de las aguas en un momento de despiste de los pescadores. Pero Jesús ve la pesca y los pescadores no.
Toda profesión tiene una prolongación divina. Los peces interesan, pero más aún los hombres. Quizás las personas preparadas y abordables por los cristianos apóstoles no se hacen ver con facilidad. Pero Jesús está atento y quiere que los que Él ha llamado sean eficaces, y que su trabajo apostólico llegue realmente a las almas. Él prepara el encuentro entre unos y otros. Eso sí, los pescadores han de salir a pescar.
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