Ntra Sra de los Ángeles de Torreciudad |
Hemos meditado en estos días previos a la Navidad de Jesús varias cosas interesantes. Referidas a María, sobre todo, el anuncio del Ángel de su futura maternidad. Pero, a ver, entremos poco a poco en el misterio, porque aquí todo es un misterio maravilloso al que nos invita a entrar.
Dios es omnipotente y, del mismo modo que respeta la marcha del mundo y de los hombres en la historia, también Él se reserva poder actuar, como Dios omnipotente que es, en el mundo y en la historia. Y ha decidido venir 'llegada la plenitud de los tiempos'. Y el Papa nos ha explicado que esa plenitud quizás venga dada, desde el punto de vista humano, por el afianzamiento del imperio romano, que trae una paz extendida por gran parte del mundo que civiliza mediante el derecho.
En la plenitud de los tiempos se propone venir a la tierra. Pero, como es su costumbre, quiere hacer una Alianza, quiere apoyarse en alguien de confianza, fiel, dócil, fuerte, recia en este caso, dulce y alegre. En otros tiempos buscó a Abrám para que fuese padre de un gran pueblo que debía preparar la venida del Mesías. En los tiempos presentes, llegada la plenitud, busca el entendimiento con una Mujer. El Espírtu Santo la prepara como preparó a Abrám, después de elegir a un hombre bueno. En este caso la prepara intelectualmente, porque tiene mucho que entender.Los profestas cuentan que se va a llamar Enmanuel (Dios con nosotros, Is 7,14), que nacerá en Belén (Mic 5,1), que irá a Egipto (Os 11,1), que se matarán inocentes (Jer 31,15), que retornará a Nazaret, que Simeón profetizará sobre Él (Is 42 y 49), por solo citar las profecías de la infancia.
María entiende la necesidad de que venga pronto un Salvador y así lo pide a Dios con toda su alma sensible y piadosa. Y María es la nueva Abrám. Si él se convirtió en Abraham, Ella será la Madre de todos los hombres. Dios quiere hacer con Ella una Nueva Alianza que reemplace a la Antigua.
Este mensaje es un anuncio de 'alegría', como ha explicado el Santo Padre. El Ángel le habla del Rey que restablecerá el Reino eterno (Lc 1,33), el reino imposible en la tierra pero objeto de deseo y de esperanza. Ella es la interlocutora de Dios. La Alianza depende de Ella. El Hijo de Dios vendrá a la tierra ya, ahora mismo, o tendremos que volver a esperar. Este es el momento marcado por la plenitud.
Y la Virgen María dice que sí, que Ella solo quiere ser la esclava, la sierva del Señor. De ese sí dependemos todos, porque junto al Salvador nos ha venido la salvación. Hemos ganado a un hermano, y hemos conseguido una Madre. Una madre que es mujer de carne y hueso pero, sobre todo, es una Madre en el sentido espiritual, madre de nuestro nacimiento y crecimiento en el Espíritu. Es nuestra Madre en orden a la salvación, la que nos cuida, nos educa, nos protege, nos exige, nos da alimento. Un alimento que es, nada menos, que la compañia íntima de su Hijo.
Gracias, Madre. Nos has dado tema suficiente para meditar en este año marcado por la necesidad de mejorar nuestra fe.
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