jueves, 21 de junio de 2012

Acertar



Ad certum. Lo 'cierto' es lo verdadero, lo que puede afirmarse con seguridad, aunque siempre haemos de estar supeditados a nuevos conocimientos. Pero, por el momento, hay que estar en lo cierto. Debo reconocer que acertar ha sido siempre uno de mis deseos más profundos porque nunca me ha seducido equivocarme por atolondrado.

Para acertar hay que 'discernir', palabra evocadora de como llegar a lo cierto. Cernere, cerner, cernir, significa separar. Dis-cernir, una indicación reduplicativa, indica 'apartar lo separado', valorar lo que aparece como distinto al cerner, y quedarse con lo valioso, como acontece con el trigo o con el oro cuando se ciernen las espigas y la arena aurífera.  

De discernir procede el término 'discreto'. Aunque a veces se refiere a la persona que sabe callar, no se quiere decir que sea recomendable quedar en segunda fila, no aparecer nunca, no 'mojarse'. Según la Academia de la Lengua, discreta es la persona que entiende y juzga con inteligencia, y practica lo así entendido con prudencia. 

Camino, la conocida obra que trata de vida espiritual , escrita por san Josemaría Escrivá, tiene un capítulo titulado Discreción. En el número 652 se lee: "Discreción, virtud de pocos." Porque, en realidad, todos los hombres y mujeres deberíamos vivirla. Y continúa el párrafo diciendo: "¿Quién calumnió a la mujer diciendo que la discreción no es virtud de mujeres? -¡Cuantos hombres, bien barbados, tienen que aprender!". La discreción es una virtud radicada en la inteligencia y en esa inteligencia práctica que es la prudencia. Todos hemos de vivirla si queremos acertar en nuestra vida.

Sin embargo, se ha criticado a Escrivá por haber escrito el número 946 del mismo libro. Mercedes Montero, historiadora y profesora universitaria, ha querido poner el contexto de ese punto en un artículo publicado recientemente en Studia et Documenta, una revista anual del Istituto Storico San Josermaría Escrivá,con sede en Roma, volumen VI correspondiente a 2012. Se lee:

"Si queréis entregaros a Dios en el mundo, antes que sabios -ellas no hace falta que sean sabias: basta que sean discretas- habéis de ser espirituales, muy unidos al Señor por la oración; habéis de llevar un manto invisible que cubra todos y cada uno de vuestros sentidos y potencias: orar, orar, orar; expiar, expiar, expiar".

En 1858, Severo Catalina había publicado textualmente: “Dadas las condiciones de la actual sociedad, no es preciso que la mujer sea sabia: basta con que sea discreta”.  En 1875 Concepción Arenal, feminista vital del siglo XIX –como se aprecia con solo leer algo de su biografía- escribía que “no es preciso que las mujeres sean sabias, pero es imprescindible que sean racionales”. En 1895, Adolfo Posada, perteneciente a la Institución Libre de Enseñanza, publicaba que “el influjo de la mujer culta, ilustrada, bien educada y, por tanto, no bachillera sino discreta, no solo se reflejaría en la elevación del nivel de la familia... sino que tendría una grandísima trascendencia social”.

Y este era el contexto, difundido y aceptado, en el que fue escrito el punto de Camino en 1931. Mercedes Montero recuerda que hacia esa fecha, el número de mujeres universitarias en España era del 8% respecto al de alumnos matriculados. De modo que San Josemaría recomendaba, entonces y ahora, a hombres y a mujeres, que todos debían ser discretos antes que sabios. Y aconsejaba especialmente a las mujeres que no antepusieran su afán de saber y, quizás, de emular al varón, a la necesidad de vivir una virtud tan necesaria en la vida ordinaria, en la vida de familia y en la sociedad.

De todas maneras recuerda también la autora que Carmen Cuervo, "la primera mujer del Opus Dei" (p. 232), "ingresó por oposición en el Cuerpo de Inspectores de Trabajo, perteneciente al Ministerio de Trabajo, Sanidad y Previsión". Había estudiado Filosofía y Letras, Derecho y tenía casi completo Magisterio. Y, además, parece que era discreta.

1 comentario:

Carlos dijo...

Muy claro, gracias.