sábado, 3 de marzo de 2012

Mortificarse es como remar contra corriente

No es que siempre se haya de remar contra corriente pero, en sentido real o figurado, eso sucede de vez en cuando en la vida. En concreto, cada vez que aparece de improviso una dificultad.

Hay gente que no entiende eso de mortificarse por Cuaresma:

-Mortificarse por mortificarse, vaya tontería.

Dicho así, eso parece, ¿para qué mortificarse? Pero si hay un paraqué, a lo mejor no es tan absurdo el hacerlo. Porque se parece mucho a ese luchar contra corriente cuando el flujo de las aguas nos hace perder la posición respecto de la meta a la que queremos llegar: -Quiero ir hasta el faro y dar la vuelta. Ya, se dice pronto, pero las corrientes y las olas me están impidiendo conseguir el objetivo. De modo que tengo que remar con todas mis fuerzas en otra dirección. O no con tanta fuerza, pero si con voluntad y con constancia. ¡Ese es el sentido de la mortificación!

Tengo que trabajar más, empezar antes, aguantar por lo menos dos o tres horas de concentración. Tengo que hacer cuarenta llamadas cuanto antes. Voy a ver si logro estar en la oficina y a la salida, comprar, recoger a los niños, llegar a ver a mi madre y hacer la comida. ¿Ves? Eso podría ser mortificación si lo hacer por amor a Dios y por amor a los tuyos.

Sin amor a los tuyos no lo haces, o dirás que tú no puedes hacerlo todo. Sin amor a Dios no querrás bien ni siquiera a los tuyos. Por amor a Dios y a los tuyos no es que tengas que hacer lomásdifíciltodavía, simplemente lo que tengas que hacer, pero bien hecho y bien despaschado, con una pasera, con un añadido. Un brindis al sol que te mira.

Por ahí va el tema mejor enfocado.
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