Juan, el evangelista, nos habla mediante imágenes en el Apocalipsis. Pero nos habla de cosas y sucesos reales. Algunas de sus imágenes se captan muy bien, nítidamente. Otras son más difíciles, o nos lo parecen a nosotros.
Una gran señal, una mujer vestida de sol, la luna a sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Otra señal, un gran dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos, y cada cabeza con una diadema. ¡Bonita figura la de un dragón con una diadema entre los cuernos! ¡Ridículo!
Sigue el texto diciendo que la mujer estaba a punto de dar a luz y el dragón acechaba para devorar la criatura en cuanto naciera. De ahí la tradición de que los ángeles caídos se habían separado de manera soberbia de Dios porque iba a nacer un Niño, porque el Hijo de Dios iba a ser hombre. ¿Es esa la razón de su pecado de soberbia, el no tolerar que Dios fuese hombre? No lo sabemos, aunque este texto parece sugerirlo.
Sigue el texto de san Juan narrando que Miguel, un ángel del cielo, gritó en nombre de todos los demás ángeles: "¿Quién como Dios?" Como si dijera, si ya es difícil juzgar una decisión ajena, ¿cómo nos atrevemos a juzgar a Dios? Y, si nos ponemos frente a Él, ¿qué puede ser de nosotros?, ¿qué hacer?, ¿a dónde ir? Y tras ese grito imponente, el ángel caído, convertido en dragón, tiene que abandonar la morada de armonía y de paz y de luz.
Pero, ¡se nos ha venido a la tierra! Y ahora, ¿qué hacemos nosotros?
Juan mismo nos da la solución citando unas palabras de Jesucristo dirigidas a Felipe y Natanael: "Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre (junto a) el Hijo del hombre" (Jn 1,51).
Solucionado, los ángeles bajarán y subirán, es decir, podemos contar con su ayuda para arreglárnoslas en esta vida. Son expertos en fidelidad. La consigna que siguen es el eco del grito que con tanta claridad y contundencia lanzó san Miguel: ¿Quién como Dios?
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