Supongamos que un tipo entra en un banco y lo atraca llevándose sin problemas el dinero. Como la acción no ha sido legal, es perseguible por la justicia. El tipo puede juzgar válida su acción, porque ha conseguido el dinero. Pero se ha llevado injustamente lo que pertenece a otros. La ley debe defender lo que es justo y debe disuadir a quien obre de manera inapropiada.
¿Qué reacción tendríamos -o hemos tenido-, si alguien nos propone realizar una acción ilegal, punible? Junto al conocimiento de la maldad del asunto posiblemente consideraríamos su legalidad: qué nos puede pasar si nos cogen. O viceversa, por la ilegalidad podríamos llegar a entender la importancia de aquello de que se trate.
Respecto a los Sacramentos, cada uno tiene su propia realidad, su sustancia. Son válidos para la salvación eterna, para recibir la gracia de Jesucristo, para acercarnos a Dios. Y esa realidad y la acción que la consigue están concretadas en un marco legal, que es el Cógigo de Derecho Canónico. Como la sustancia no cambia, tampoco cambia mucho la acción mediante la que se accede a ella. Los cambios serán sobre los modos, y están a cargo de la autoridad competente, a su vez legítimamente elegida.
Si algún "trepa" se constituye en autoridad y hace lo que quiere, es un usurpador. La autoridad auténtica estudia, se aconseja, coordina, de modo que las acciones litúrgicas sean dignas, bellas, y sigan la tradición de la sagrada escritura y de la Iglesia.
Siguiendo las normas establecidas sabemos qué hacemos, y si lo hacemos bien. Si un empleado de banco no utiliza ni el formulario oficial, ni el sello de su entidad, y además recibe a la gente en la calle, a la puerta del banco, pocos se fiarían de dejarles su dinero. Lo mismo sucede en la Iglesia Católica: reconocemos que estamos en ella cuando se nos hacen recognoscibles sus ceremonias.
¿Y qué tiene que ver la moral con todo esto? La moral está siempre a favor de la realidad de las cosas y de las acciones verdaderas, por tanto está al lado de la legalidad establecida para protegerlas. En lo civil, lo ilegal es inmoral, salvadas las ocasiones en que la ley es injusta por algún motivo. En lo sacramental es más difícil la injusticia si se observa la sustancialidad de los sacramentos y las ceremonias establecidas. Por eso, lo ilegal en los sacramentos, es siempre inmoral.
1 comentario:
Lo enlazo en mi blog
un saludo desde Zaragoza
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