domingo, 9 de junio de 2019

La plenitud de Pentecostés

Jesús "sopla" hacia sus Apóstoles y les dice que reciban al Espíritu Santo (Jn 20,23). 'Espíritu' procede del verbo latino spirare, que significa precisamente soplar. Lo mismo que el término hebreo ruah. Por tanto, el gesto de Jesús es muy apropiado para explicarles lo que iba a suceder. Había hecho a modo de un cuerpo de hombre del polvo de la tierra, y le sopla en la cara, "en la nariz", y aquella figura de barro empieza a respirar (Gen 2,7). De modo que quedan perfectamente diferenciados el polvo de la tierra del espíritu que da la vida.

Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo son personas "espirituales". Dios es espíritu, dice Jesús a la samaritana. Es decir, no tiene cuerpo, no es material. No es un elemento más del mundo, es quien lo crea y da vida. Dios no tiene comienzo en el tiempo. Su palabra procede de su espíritu.

Las tres personas divinas son espirituales y santas, pero la tercera de ellas, la que según la Biblia, que recoge la Palabra de Dios, 'procede' de la primera y la segunda, es llamada Espíritu Santo. Abarca ambos términos porque procediendo de las otras dos, de alguna manera reúne como en una síntesis sus características. Por lo mismo es Amor, propiedad que pertenece a los tres.

El anuncio de Jesús -recibid el Espíritu- se cumple en Pentecostés. Pero, ¿que significa pentecostés? En griego significa cincuenta. ¿Y de dónde viene ese cincuenta? Se refiere a los cincuenta días posteriores a haber recibido Moisés los diez mandamientos en el Sinaí, cuando los judíos reaccionan celebrando una fiesta conmemorativa. Pero esa fecha no era fácil de retener con el cómputo del tiempo que utilizaban. El equinocio, o día intermedio del plenilunio o luna llena de primavera, si se podía encontrar, y esa era la fecha de la Pascua, cuando sacrificaron el cordero antes de salir hacia el desierto. Como Jesús celebró esa Pascua en la última cena, cincuenta días después de Resurrección se celebrar en nuestros días la venida del Espíritu Santo.

San Pablo nos enseña (en I Cor 12,4 y ss.), que el Espíritu Santo distribuye en su venida dones, gracias, regalos personalizados, muy diferentes unos de otros, entre los fieles. Ahora bien, siendo tan diferentes tienen la particularidad de que se complementan, porque son gracias que se pueden ejercer en beneficio de los demás, de los bautizados y de todos los hombres. En concreto, se pueden emplear para crear ese ambiente espiritual que debe ser propio de la Iglesia de Jesucristo, la reunión a veces física pero siempre espiritual, de los cristianos. Así, hay quien es sabio, quien tiene facilidad para la ciencia, quien habla idiomas, quien es especialmente misericordioso; alguno tiene como don interpretar la doctrina en la enseñanza, o tiene una capacidad para dirigir a los hombres, o los espíritus, etc. Todo ello lo pueden hacer en armonía porque el inspirador de todos y cada uno es el Espíritu Santo.
Al volver la paloma que Noé soltó desde el Arca para ver si había cesado el diluvio, volvió con una ramita recién brotada de un árbol, mostrando -como dice el Catecismo- que la tierra volvía a ser habitable.
También el Espíritu Santo cuando desciende sobre los cristianos les indica que la tierra sigue siendo -a pesar de todos los problemas-, habitable para una existencia guiada por los valores cristianos.

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