viernes, 5 de octubre de 2018

Bien para nosotros, bien para los demás

El capítulo 10 de Lucas comienza contándonos como Jesús, en una ocasión precisa, "envía delante de él, a todas las ciudades y lugares donde él debía ir" a 72 discípulos. Ya sabemos que el número de 72 en la Sagrada Escritura indica universalidad, porque alude al número de los descendientes de Noé que se dispersaron por la tierra. Por tanto, podemos interpretar, llama a todos los hombres para ser enviados a toda la tierra.

Hemos de fijarnos que 'los envía delante de él, a todas las ciudades y lugares donde debía ir él'. Por tanto, él iba a irde todos modos, pero quiere que los discípulos preparen el camino. Quiere contar con ellos, quiere que su llegada sea una acogida deseada.

Podemos preguntarnos por qué, si Dios quiere salvar a todo el mundo, no va él directamente, que lo hará mejor que nosotros. Pero no, quiere contar con nosotros. En la fiesta de los ángeles y en la de los arcángeles, hemos podido entender que Dios quiere que sus criaturas intervengan en sus obras. El hombre, por ejemplo, interviene en la creación, con su trabajo la cuida, la emplea de modo inventivo para beneficio de todos.

Lo mismo quiere que sus discípulos hagan con los hombres. Si los preparan antes de que él llegue a ellos, aprovecharan mejor su visita, pero los discípulos habrán intervenido en su salvación. El hombre cuidando al hombre, el hombre presentando a Jesús a otros hombres. Como hicieron con él, porque todos recibimos por mediación de otros los bienes que entendemos y que aprendemos a conseguir.

Añade Jesús que no lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias. Es decir, que no confíen en los medios humanos, que vayan con la paz que llena su corazón, y que es consecuencia del trato con Jesús, para traspasarla a los demás. Si los otros son dignos, si tienen buena voluntad, la recibirán. Si la rechazan, volverá a ellos. Que no se enfaden, que no desesperen.

Jesús les dice: "¡Id!" San Josemaría hablaba de esa indicación imperativa, porque somos tan vagos y tan burguesamente tímidos, que procuramos pasar inadvertidos. Pero no, os hablo a vosotros: id. Aplicad vuestra voluntad, aceptar libremente mi encargo, aunque también vosotros lo podéis rechazar. Id, id.

Nos está indicando su voluntad, y hacer su voluntad es todo nuestro bien. Esa voluntad ajena, es mucho mejor que la nuestra. Y. además, nos cura de nuestra pereza espiritual. Seguirla es seguir el querer de Dios que es siempre un bien común: bien para nosotros, bien para los demás.

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