jueves, 30 de noviembre de 2017

Sí a la 'resiliencia'

¡Resiliencia!

De vez en cuando aparecen palabras nuevas para denominar aspectos de la realidad sobre los que se encienden algún foco de atención. Quizás el término es complicado, aunque su contenido no lo es tanto.

Eso es lo que ocurre con la palabra a la que nos referimos, resiliencia.  Significa capacidad de sobreponerse con flexibilidad a las dificultades que aparecen.

En cuanto a la etimología, ‘silio’ y ‘cilio’ significan ‘consejo’. Concilio designa una reunión de personas determinadas que exponen algún tema desde distintos puntos de vista para poder tomar una determinación lo más prudente y consensuada que se pueda.  Reconciliar es volver a conciliar un acuerdo anterior.

‘Silio’ hemos dicho que significa consejo, y ‘resilio’, aparece en los diccionarios como ‘rebote’. Habría que interpretar que se vuelve a la situación anterior, cuando se buscaba el consejo.
Se habla de resiliencia en ecología, para referirse a la capacidad de absorber perturbaciones ocurridas; en urbanística, acerca del reflote de ciudades o problemas urbanos; y, en fin, en psicología, para indicar la superación ante enfermedades, desgaste vital, profesional; fracaso escolar, familiar, etc.
Como vemos, tiene en cuenta la resistencia, la fortaleza, la iniciativa, la autoestima, una visión positiva y esperanzada del futuro.

Por tanto, el ‘resiliente’ es siempre un ‘buen’ resiliente, no hay malos resilientes, aunque sí pueda haberlos con poco empuje o necesitados de un apoyo externo de padres, psicólogos u otras personas que puedan servirle de apoyo. Se considera un modo de reaccionar deseable. Porque en el fondo la vida del hombre en la tierra ha tenido ese marcado matiz: sin él hubiera sido imposible el progreso desde cualquier punto de vista. Antes se hablaba de personas ejemplares, valientes, victoriosas, audaces. Hoy, si queremos, podemos hablar de resilientes. Al menos tendremos que saber de que se habla si oímos la palabra en una conversación.

Estudiantes, universitarios, opositores…

Los psicólogos notan una crisis un tanto particular en las nuevas generaciones: quieren resultados, éxitos, solucionar de una vez los problemas de empleo, etc. Tienen poco aguante ante las dificultades que se les presentan, y poca flexibilidad para asumir que han de tomar otros caminos que los que había previsto o para los que se habían preparado. Algo que siempre ha ocurrido, pero que hoy día se presenta con síntomas importantes de ansiedad, de nerviosismo, de trastornos orgánicos, y para resolverlos acuden al psicólogo. Parece que la confianza en los padres, parientes, amigos, no basta. Aparecen síntomas que requieren la intervención médica, no solo un buen consejo. Incluso un acompañamiento.

Ignacio Aréchaga, autor de un buen artículo publicado en Aceprensa  (22 de noviembre de 2017; nº 85/17), opina que puede ser resultado de una sociedad en la que padres muy trabajadores y muy sacrificados, han procurado que a sus hijos no les falte nada, y le han dado una sobreprotección afectiva y medios suficientes. Cuando los hijos han de enfrentarse a los estudios, las oposiciones, el trabajo precario, los despidos, algo que supone incertidumbre, sobreesfuerzo, no resisten.

Más que un problema de salud mental, termina diciendo, el problema parece ser la falta de formación del carácter, del hábito de trabajo, del empeño por abrirse paso en una vida competitiva. En definitiva, ilusión de vivir y de acomodarse a aquellas oportunidades que, gusten más o menos, son las que aparecen en la vida.

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