martes, 31 de enero de 2017

La necesidad de beber agua

La fiesta de los tabernáculos era, y es, importante para los judíos. Conmemoraban la marcha por el desierto y el paso de las noches en cabañas o tabernáculos, muy sencillos, hechos de hojas de palma y algún elemento más. También el arca tenía su tienda propia.

En esta fiesta, cada día el sumo sacerdote tomaba una copa de oro, iba a la cercana fuente de Siloé y traía agua hasta el altar de los holocaustos. Vertía el agua que se derramaba, recordando con ello el momento en que la piedra manó agua después de que así lo ordenara Moisés, para dar de beber al pueblo sediento.

Se celebraba esta fiesta y Jesús, que había subido a Jerusalén, clamó con una gran voz junto a la puerta: -"Si alguno tiene sed, venga a mi; y beba quien cree en mi. Como dice la Escritura, de sus entrañas brotarán ríos de agua viva".

Beber, sobre todo agua, es una necesidad para todo ser viviente. A esa necesidad se refiere Jesús: si alguien siente una necesidad, si alguien necesita algo con urgencia, ¿dónde acudir para saciarse? Que venga a mi. En el desierto esa necesidad se sentía bien y pidieron agua a Moisés. Pudo darla gracias a Dios. Pero también ahora,  en todo momento, los hombres hemos de beber, aunque sea poco as poco, sorbo a sorbo. La fuente del agua viva es Jesús.

Como está claro, no es agua lo que vamos a ir buscando en Jesús, camino, verdad y vida. Iremos buscan orientación para encauzar nuestras necesidades.

Estamos, pues, tratando de oración. Vayamos a Jesús, pidámosle y oigámosle. Porque no se trata de que nos solucione bonitamente los problemas, sino de que nos diga cómo hemos de hacerlo nosotros.

Comentaba el Papa Francisco: "Cuando más vivo la experiencia religiosa es en el momento en que me pongo, a tiempo indefinido, delante del sagrario... La oración es, entonces, en primer lugar, descubrir que estamos con Dios: Alguien vivo, real, que no soy yo mismo; Otro, más allá de mí mismo (eso significa alteridad trascendente). En definitiva, sentarnos y descubrir que Dios está ahí es ya orar. Y es precisamente eso lo principal en la oración".

¿Cuántas veces hemos perseverado en una oración hecha solamente de silencio? También san Josemaría nos enseñó que el diálogo, en que consiste la oración mental, "a veces, no es más que mirarse: el dejarse mirar de un hijo ante su Padre; el de quien contempla el Amor de un Dios que da la vida por nosotros; o el atento silencio de quien sabe que Dios mora en su corazón y vive en él otorgándole una existencia nueva". Jesús no necesita muchas palabras para orientarnos, basta con una inspiración, con un gesto que fije nuestra atención hacia un sitio. Esta experiencia es habitual en la oración.

Y esta experiencia es la que debemos enseñar a tantas personas que no lo saben, o no la aprecian -van a otra aguas, aguas de cisternas empantanadas-, o que no lo practican. En primer lugar está las personas más cercanas de nuestra propia familia, la mujer, el marido, los hijos.

Después los amigos y todas aquellas personas a las que queremos regalar algo valioso, que dure para siempre y siempre haga efecto. Comprender el sentido de lo que ocurre, cuál ha de ser nuestra posición en ello, cómo ser activos, eficaces, bienhechores. El sentido de nuestra vida en su totalidad, y de la vida de hoy, de ahora, en particular, hemos de conocerlo. Todos queremos acertar y no dar palos de ciego. Eso es tener necesidad, y esa necesidad promete saciarla Jesús.

No hay comentarios: