martes, 5 de abril de 2016

Pelo mojado

Alguno me habrá oído contar esta pequeña anécdota. En una reciente ceremonia de Confirmación, el Celebrante hablaba por un micrófono inalámbrico junto a una pila bautismal de generosas dimensiones. Se quiere referir a la continuidad entre ser hijos de Dios por el Bautismo y recibir el Espíritu Santo en la Confirmación. Y pregunta:

-¿Para qué sirve esta pila de agua bendecida?

Y un niño levanta la mano decidido, como experto en la materia:

-Para meter la cabeza dentro y mojarse el pelo.

Más claro, agua.
El Sacerdote admite que la descripción física de lo que allí ocurre es bastante buena, pero se ve obligado a añadir que sucede algo más: se recibe la gracia de la filiación divina.

La anécdota adquiere mayor relieve si la ponemos en relación con las apalabras de Jesús a Nicodemo (Jn 3,7) que hemos leído recientemente en la Misa: "-Tenéis que nacer de nuevo".

No debemos ser miopes. Porque si no, no sabremos descubrir el esfuerzo de la madre de familia al comprar y guisar, y nos quedaremos solo en que la carne está un poco así y las patatas me gustan más preparadas de otro modo. No se apreciará el esfuerzo de mamá y de papá en tantas cosas, y solo se verá en ellos unos proveedores de euros, siempre escasos. Y los padres no apreciaran el esfuerzo de los hijos por aprender o por comportarse mejor en la clase. Todo se reducirá a resultados tangibles y no se sabrá apreciar el cariño de las personas que nos rodean hacia nosotros. Todo será quejas y exigencias, voces y amenazas. No. No podemos quedarnos con que 'se nos moja el pelo', hay que aprender a divisar por qué está ahí esa pila con agua, qué significa que el agua esté bendita, y por qué se echa en la cabeza diciendo 'yo te bautizo'. Hay que nacer de nuevo, hay que saber el valor humano y sobrenatural de los pequeños signos sensibles, que no son sino modos de expresar lo espiritual que va por dentro.

-Así, por ejemplo, detrás de una imagen de la Virgen o de un Cristo, hemos de ver a la Virgen María y a Jesús que nos oyen y nos miran.

-Detrás de un Avemaría o un Padrenuestro, hemos de darnos cuenta que no solo decimos unas palabras, sino que nos dirigimos a María o al Padre directamente.

-Que detrás de las palabras de Ofrecimiento de la hostia y del cáliz en la Misa se da una unión entre la acción de Jesús y la nuestra, de modo que constituyen una sola actio, como explicaba Benedicto XVI, de modo que podemos hablar de 'nuestra Misa', porque Cristo y yo coincidimos en la entrega a Dios y a los demás con propósitos tangibles bien concretos.

-Que detrás de la Consagración de la forma, hemos de ver la ocasión que emplea Jesús para hacerse presente entre nosotros. A la manera como utilizamos el transporte público, el autobús o el metro, para ir a visitar a un amigo.

Pero nosotros nos quedamos con la experiencia de que se nos moja el pelo. En un niño es comprensible. En un niño a quien no se le han explicado bien las cosas. Pero para un cristiano adulto, sería lamentable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es verdad, también las verdades intelectuales, si no hay palabras -algo material y tangible- quedan desconocidas. El amor humano bien que se hace sensible. Pero en esa sensibilidad se puede descubrir egoísmo y abuso, o entrega y cariño. Lo espiritual es verdad que hay que hacerlo material y cercano. Y en lo material y cercano, hay que saber leer el mensaje espiritual con que ha sido manifestado.