En tiempos de Jesús no había móviles, ni máquinas de fotos ni de vídeo. ¡Qué pena! No guardamos los momentos más interesantes de su vida en imágenes tomadas de la realidad. ¡Qué diferente sería hoy día si estuviese entre nosotros. Habría cientos, miles, cada persona presente tendría las suyas, las que él hizo desde este ángulo y desde el otro. Pero, nada.

-No exageres, eso es demasiado.
-No, es un sistema patentado por Jesús y se llama Sacramento. Concretamente, la Eucaristía que celebró en la Última Cena quedó perfectamente registrada. Con gran generosidad ha explicado la fórmula a personas que han recibido otro sacramento, el del Sacerdocio, y pueden reproducir aquellos sucesos con todo realismo. La empresa que se encarga de promoverlos se llama Iglesia Católica.
La historia está muy bien contada en los cuatro evangelio y en la primera carta a los corintios, escrita por san Pablo. Me voy a referir al Evangelio de san Juan que ambienta muy bien la sobremesa de aquel momento, lo que hoy llamaríamos la acción de gracias.
Jesús les invita a que vayan a donde Él va a ir, porque ya saben cual es el camino. Tomás es un hombre práctico y le insinúa a Jesús que no saben ni a donde va ni qué camino tienen que tomar. Jesús toma ocasión para dejarles muy claro que la meta es el Padre y que el camino, la verdad y la vida para ir al Padre es Él mismo. Hay que encontrarse con Él -en la oración, en la eucaristía-, para que nos acompañe al Padre.
Felipe, con una lógica propia de quien lo ignora casi todo, le dice que, si se trata de ir al Padre, que les muestre al Padre y ya está, se acabó el problema. Jesús, pacientemente, le explica que les está explicando poco a poco quien es el Padre, porque Él está unido al Padre. Por eso es el camino, pero mientras recorren el camino les va mostrando al Padre.
Y Judas -no el Iscariote-, entusiasmado le hace un reproche al Señor. Siendo tan interesante lo que les está diciendo, porque no se lo dice a más gente, a todos. Les interesaría saberlo a todos. Y de nueva la explicación de Jesús es clarificadora: el que le ama le escucha, y Él puede comunicarle más cosas. Pero el que no le ama se cierra, incluso se encara, discute, amenaza. Es precisamente lo que le va a llevar al Calvario, la cerrazón de fariseos, príncipes y doctores, aferrados a su interpretación de la Revelación divina e incapaces de entender a Dios. Hay que amarle, hay que abrirse, hay que desear que enseñe. Como en aquellos momentos sucedía con los discípulos. Así, si. De otro modo, no.
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