Todos los hombres poseemos algunas inclinaciones comunes, como es la búsqueda de la verdad, del bien, queremos ser libres, amar y encontrar la paz. Porque el problema es que todos queremos lo mismo pero lo queremos desde distintas ideologías, intereses y gustos particulares. Con lo cual lo que es común se convierte en un enfrentamiento en toda regla. Nos estorbamos, nos queremos imponer, nos abajan, nos destruyen, queremos resurgir... La trifulca está servida. Esta es nuestra historia.
Lo pero de todo es que unos se han querido apoyar en Dios para lo que defienden. Y otros, no solo están en contra sino que se ponen contra Dios. Me recuerda esto ese momento de la historia de Israel en el que los filisteos atacan a los israelitas y le derrotan (I Samuel, 4). Los judíos toman el arca de la ley para llevarla consigo en la siguiente batalla, como si fuera un talismán que les ayudara a vencer, Pero les derrotan y se quedan con el arca. Los judíos, desolados, se preguntan: -¿Qué pasa? El Señor ya no nos protege?
¿Dónde está el Señor? ¿De qué lado está? ¿No estaba con los judíos?
Es curioso que cuando Jesús se presentó en Israel, muchos años después, no quiso referirse a asuntos tan importantes como: la táctica a seguir en una buena batalla; si conviene ser gobernados por un rey o por profetas 'hombres de Dios'; si es mejor elegir a votación a los jefes, si la votación ha de ser secreta o a mano alzada, si es buena la democracia, si debe haber una constitución, si debe haber un estado de derecho o mejor acudir a la fuerza. Tantas cosas del transcurrir político que sería interesante conocer. Como por ejemplo si es buena la economía de mercado, si el estado de bienestar hay que mantenerlo a toda costa, si es mejor la pobreza al capitalismo, y tantas cosas más.
En cambio su discurso iba por otro lado, vino a comunicarnos la buena nueva, esto es: que hay un Dios creador que nos ama, que todos somos sus hijos, que ha enviado a su Hijo para decirnos que nos perdonemos, que colaboremos unos con otros, que aceptemos sufrir en algunas circunstancias, que hay una vida futura y que estamos invitados a ella si vivimos como Jesús nos dice, que hemos de vivir en paz. En esto parecía muy entendido: -La paz os dejo, mi paz os doy. Pero, ¿cómo es posible la paz?
San Agustín viene a decir que la paz es consecuencia de una prolongada posesión del bien. El bien es Dios. La paz procede de un prolongado descanso en Dios. Descanso de los problemas humanos y contemplación de la buena nueva, de esa contemplación sobre el principio y el fin del hombre en Dios. Empapar la vida interior de la que procede toda actividad. A partir de ese 'descanso' se ve con más claridad cómo intervenir en los asuntos humanos: desde la paz, la fraternidad, la colaboración de todos, el respeto a lo creado empezando por el hombre y la mujer. Es decir, como actuar en armonía, sin disonancias, buscando el apoyo entre sí de los diversos elementos que entre todos hemos de tocar. Como sucede en la música, en la pintura, en el arte, hay que aprender a apreciarlos y a practicarlos. Vivir sería practicar el arte de vivir en paz y buscar la armonía en todo lo demás. Ese fue el ejemplo de quien nos comunicó la buena nueva, de aquel a quienes llamaron Príncipe de la paz.
1 comentario:
La verdad es que conmueve como Dios quiere que vivamos en paz. Quizás porque sabe que es tan difícil hacerlo y quiere que le pidamos la fórmula apropiada a cada caso.
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