Aula de Teología Moral. Clase 2ª
Presentamos unas síntesis de la clase habida el pasado jueves 26 de noviembre
Después de examinar qué se entiende por ley de Dios -la misma sabiduría divina aplicada las criaturas-, hemos estudiado de qué manera esa ley está en los seres creados.
En las criaturas irracionales, la ley de Dios se convierte en una ley natural que se comporta como ley necesaria. Hace que cada ser sea lo que es, y se comporte de acuerdo con su naturaleza. No hay sorpresas. Se podría decir que la ley natural interviene en todas ellas de igual manera. De forma que los individuos, con la única variante del lugar que ocupan y las circunstancias con las que se enfrentan, actúan y tienen reacciones universales, propias de 'su naturaleza'.
El cuerpo humano, en su aspecto físico y biológico, también obedece a esas mismas leyes. Pero no así en su comportamiento individual y social que es muy variado, e incluso imprevisto. La libertad hace posible esa riqueza de posibilidades. Más aún, el hombre progresa en su comportamiento: aprende de la experiencia ajena y de la propia, e incorpora a su vida unos resultados anteriores que puede tener en cuenta, e incluso superarlos. A eso le llamamos cultura, un conocimiento acumulado sobre el que puede abrir otra cultura, algo impensable en otras criaturas.
-¿Pero le llega la ley de Dios? Por supuesto, es criatura y criatura libre.
-Y, precisamente en cuanto criatura libre, ¿cómo le llega la ley de Dios, si no es de una forma inexorable?
Le llega de una manera inexorable, pero contando con la respuesta libre del hombre. La ley de Dios le llega como 'hábito'. Un 'hábito? es un 'acto retenido'. Pongamos un ejemplo para hacerlo más comprensible. Pregunto donde hay una farmacia, y me dicen que saliendo de la casa a mano izquierda. Bien. Ese dato ahora sabido lo retengo como hábito, hábito intelectual. Después, salgo a la calle, giro a la izquierda y llego a la farmacia. El hábito intelectual lo he convertido en hábito operativo. Y ya sé ir, para cuando se presente una próxima ocasión. Este acto de haber ido, también lo retengo como hábito. Gracias a él, puede repetir el camino fácilmente.
Pues bien, Eso quiere decir que, en cuanto persona, y no solo en cuanto criatura, todo hombre posee un hábito por el que me llegue la ley de Dios, un hábito intelectual y práctico, por el que puede entenderla y ponerla en práctica libremente. Este hábito tiene un nombre, sindéresis. Significa 'estar atento', vigilante, como un águila, siempre pendiente de cuanto se mueve a su alrededor. Su símbolo, desde el siglo IV, cuando lo sugirió san Jerónimo, es el águila.
Distinguíamos en el hombre entre persona y naturaleza: cada persona existe porque Dios así lo quiere. ¿Y, qué es lo que existe como persona? Una naturaleza que es la estructura humana en la que consiste esa persona singular. Desde que existe, esa naturaleza humana es manipulada, formateada, por la acción de la persona libre a la que pertenece. Recién engendrada, pocos actos libres ejerce, pero cuando se desarrolla son todos los que realiza.
Según esto, la naturaleza depende del acto de ser personal, como también, según su modo propio, el hábito práctico de sindéresis. Por la sindéresis llegan a la naturaleza los principios que han de regir su bien humano, captado de manera espiritual, y que es inteligible y libremente ejercido. La ley natural se llama así, porque es la ley que llega a la naturaleza y que esta ha de seguir para alcanzar su bien al completo. Pero, repetimos, no procede de la naturaleza, sino del ser personal del hombre. El acto creador procede de Dios y se plasma en la naturaleza haciéndola existir. La ley de la naturaleza humana, como la de toda criatura, es un conjunto de normas bioquímicas y físicas, con unos órganos desarrollados según ellas. Pero la ley natural que afecta a la actuación práctica del hombre, procede de la sindéresis y a través de ella posee los principios inspiradores de sus facultades superiores, la inteligencia y la voluntad, con la que imprime su propia personalidad.
La naturaleza puede tener sus caprichos 'naturales' como el perro o la cabra. Pero quien la hace humana es el espíritu personal que le llega por la sindéresis.
La ley propia de la naturaleza del hombre, un ser que se comporta con libertad gracias a que la persona humana es inteligente y libre, es la ley natural proveniente de la sindéresis. Un hábito que procede de la persona, y que se inscribe en su naturaleza. Esa ley le transmite el ser personal que Dios desea que sea. Lleva consigo una carga moral que el hombre debe desmenuzar con su inteligencia y razón, y llevar a la práctica con su voluntad.
2 comentarios:
Las razones de fondo sobre la existencia de algo que llama sindéresis, parecen muy razonables: algo que ayude sin error a la orientación moral del hombre. La conciencia, en efecto, puede errar, ¿cómo reorientarla? Mediante la sindéresis. Sí, ¿pero ocurre de manera automática?
La llegada de la voluntad de Dios de modo habitual a la naturaleza (sindéresis) tiene como cauce la razón y la voluntad. Pero en ellas ve también santo Tomás de Aquino el punto débil de la luz orientadora que le llega al hombre, porque la razón y la voluntad pueden ser afectados por errores en la formación y en las costumbres, en el seguimiento del placer de modo irracional. De ese modo, la sindéresis llega débilmente o incluso queda casi apagada en la conciencia.
¿Cómo limpiar la sindéresis y volver a su esplendor? Mediante el vivo deseo de buscar la verdad y el bien, que es tanto como buscar lo que Dios quiere. En palabras cristianas, mediante la oración, la vida interior, la mortificación, etc. La relación con Dios se hace nítida y eficaz.
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