La vida interior es propia de cada persona.
Hay movimiento en su interior porque los sentidos externos e internos, los
encuentros y experiencias, las opiniones ajenas y, también, el ‘buen sentido’
que asiste a cada hombre, va provocando impresiones, juicios, pensamientos,
opiniones, convicciones.
Otra cosa es que
esa vida interior se vea potenciada por la vida sobrenatural. La llamamos así,
sobrenatural, cuando la fe viene a expandir la visión de conjunto que puede
poseer el hombre y a impulsarle en la toma de medidas concretas que mejoren la relación
con las cosas y con los demás.
Alguien ha
invitado, a los que quieran saber en qué puede consistir una vida interior en
condiciones, acercarse al corazón de María mientras viajaba al encuentro de su
prima Isabel. Las promesas de Dios en la Sagrada Escritura, leídas, meditadas,
rezadas; la reciente visita del Ángel que le ha traído un mensaje impensable;
el hijo que ya siente y la misión que realizará como Mesías. Por otra parte, la
alegría del encuentro con su prima, sobre todo tras la noticia de su espera de
un hijo... Qué decirle, qué comentarle, cómo animarla.
Nuestra vida
interior es nuestra, indudablemente, pero puede suceder que converja –y debería
ocurrir- con una afluencia de vidas todas ellas orientadas por el Espíritu
Santo. Entonces convendría que ocurriese lo que decía santa María Magdalena de
Pazzi: que el agua del pequeño afluente, que somos nosotros, al llegar al río
principal se incorporase a la fuerza del
caudal principal y asumiera su destino. El río pequeño pierde el nombre al
llegar al principal, lo mismo nos debe ocurrir a nosotros.
Es una buena imagen de lo que debe ocurrirnos a nosotros al encontrarnos con el movimiento pastoral impulsado por el Papa
Francisco. Conviene entender lo que dice, lo que hace, conviene introducir nuestra vida interior en
el caudal de gracia y de acción promovida como principal. Un ejemplo, entre otros que recibimos continuamente, la acogida a la encíclica sobre ecología. Siempre ha sentado mal que algún Papa hable de
economía, de justicia social, de política, de ideologías, ahora de ecología.
¿Qué sabrá él? ¿Qué va a decir? ¡Que hable de lo que sabe, de lo suyo!
No se entiende
que todo tiene que ver con todo, que no hay parcelas, que cada uno tiene que
pensar en los demás y no solo en lo que le conviene a él y solo a él.
-¿Has leído la
encíclica?
-No.
-Pues, entonces,
me parece que quien no sabe de lo que habla eres tú.
Debemos restaurar
la imagen de Dios que somos nosotros, y que está rota, advertía el Papa San León
Magno, allá por el siglo V. Todo el mundo echa una mano a los trozos, intenta pegarlos y, de paso, los vuelve a romper. No, ya está bien. A ver si avanzamos un poco, que ya va llegando la hora. La hora, sobre todo, de que intervengamos nosotros con cuidado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario