domingo, 8 de marzo de 2015

La señal anuncia dónde ir

La señal del cristiano es la santa Cruz, porque en ella Cristo nos redimió. Esta exposición de la señal específica, como el estandarte representativo de la fe católica, es verdadera. Con la señal de la Cruz comienza toda oración o toda función religiosa. Así es.

De todas maneras, hemos de preguntarnos algo más, porque eso de que la redención dependa de una persona clavada en un cruz no deja de ser algo raro. Más aún, a ojos de gente sencilla, simplista, es una bagatela poco seria. Es como una boutade.

Y quizás queda todo más confuso cuando nos recreamos en las imágenes del Cristo sangrante y de la Virgen Dolorosa. De todas maneras, no está de más la investigación de la sábana santa y la comprobación de que los azotes, los golpes, los clavos y la lanzada son auténticos e incluso excesivos.

¿Es que Dios Padre quería la muerte cruenta del Hijo hecho hombre? ¿Es que buscaba el fracaso patente de Jesús al venir a nuestro mundo? ¿Qué significa todo eso?

Que Jesucristo esté clavado en la Cruz tiene un mensaje duro, fuerte para el hombre. Él vino para mostrarnos el amor que el Padre nos tiene y cómo hemos de difundirlo por el mundo. Y en la Cruz queda patente la oposición de los hombres pecadores, ofensivos y violentos, contra el amor de Dios. Y también, la firmeza del amor de Jesús, que no cede ante la oposición, incluso estando clavado en la Cruz. De ese modo nos enseña a comprometernos, si entendemos el mensaje de Cristo. Los cristianos le imitamos  a pesar de los inconvenientes y afrentas que podamos encontrar en la vida.

Eso es lo que muestra la señal de la Cruz al cristiano y a todos los hombres: que el amor debe triunfar en un mundo ambicioso, envidioso, de odio, de costumbres depravadas y de jactancia por no vivir ninguno de los mandamientos. Mandamientos que si se vivieran lograrían personas más sosegadas y sensatas, y sociedades más pacíficas y solidarias.   

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