miércoles, 4 de febrero de 2015

¡Libertad, libertad!

La libertad es una de las cualidades más apreciadas por cada hombre. Somos muy sensibles si no se respeta nuestra libertad. Lo exigimos. Aunque quizás no somos tan sensibles cuando se trata de que seamos nosotros los que respetemos la libertad de otros.

Por tanto, el primer rasgo que percibimos acerca de nuestra liberta es que nos falta porque alguien nos la dificulta. De modo clásico se denomina libertad de coacción. No queremos ser coaccionados. En la adolescencia es típico este levantamiento contra las normas de conducta que teníamos de pequeños y de las que nos queremos desprender una vez que ese afán de libertad se nos despierta. ¡Fuera imposiciones!

Con prudencia los padres, los educadores, han de comprender que los jóvenes están empezando a estrenar una nueva época en su maduración y hay que saberlos llevar poco a poco, para que vean que sí, que se libera su conducta, aunque deben conservarse normas.

No siempre ha ocurrido así, y vemos las nefastas consecuencias de guerras y revoluciones. No se quiere más una imposición. Y si se mantiene más allá de lo que es razonable, se habrá de protestar. En principio, toda sociedad bien organizada, debe tener previsto el camino que deben seguir las reclamaciones y las diversas protestas posibles. Debe haber normas. Porque el caos es insufrible, e injusto, y no es fácil reconducirlo. Normalmente hay que seguir medios coercitivos y merma de libertad.

Porque la libertad nunca puede ser absoluta, indeterminada. Sería de locos querer mantener una posición de apertura a todas las posibilidades sin decidirse por ninguna. Sería una irresponsabilidad. La libertad es un medio colosal para elegir futuro y para determinar medios. ¿Se cercena de ese modo la libertad? Se eligen unas posibilidades y de desechan otras: el que quiere ser músico ha de dejar la azada, por lo menos de una manera intensiva, y el electricista ha de decidir una formación profesional particular, lo mismo que el abogado o el arquitecto. Esta es la llamada libertad de determinación, necesaria para ejercer la libertad. De este modo la persona que elige se responsabiliza de sus actos, y la sociedad puede pedirle un nivel alto de respuesta a las demandas de los demás.

La libertad de elección tampoco es universal, porque hay una faceta que es imposible que el hombre elija, se trata de su destino. Porque del mismo modo que no hemos decidido nosotros cuando vamos a nacer, tampoco elegimos facetas de nuestra vida, nuestra muerte y nuestro destino. Podremos aceptar todo esto o no, eso sí está en nuestras manos. Pero con independencia de nuestra aceptación de las cosas que en este párrafo señalo, ocurren o bien ocurrirán.

La ceniza que inicia la Cuaresma es un buen momento para reflexionar.

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