¿Cómo ha instalado Dios el amor entre los hombre?
De dos maneras: una natural, es decir, directamente mediante
la creación; y otra de un modo sobreañadido, superior, sobrenatural.
Respecto al primer modo, toda la creación supone el amor de
Dios: querer que las cosas existan es el modo más adecuado para indicar que se
las quiere existiendo, vivas y bellas. A este primer modo pertenece el
matrimonio y la familia humana. Dios creó al hombre, hombre y mujer. Para quien
tenga ojos en la cara eso significa que quiso, como las palabras del Génesis
indican, que fueran ellos los encargados de procrear y educar a su prole. La
inteligencia animal no da mucho de sí y los cuidados maternos no duran durante
mucho tiempo. Pronto los hijos quedan desatendidos y son dejados a sus propios
cuidados. Pero el hombre –hombre y
mujer- no obran así: procuran encauzar al hijo y le siguen la pista –a él y a
su descendencia-, durante mucho tiempo.
Por tanto, puede decirse que el amor creador de Dios deja
paso al amor humano para que sea él quien traiga por amor y en el amor a los
hijos, en ambiente de atenciones y delicadezas recíprocas. Es de admirar la
audacia divina de dejar el encargo de amar y de iniciar en el amor a los
hombres y mujeres del mundo. A cargo de cada uno queda la libertad para
elegirse en un ambiente dominado por el enamoramiento. Algunos dicen que este
enamoramiento es ciego. Pero no debe serlo si se tiene en cuenta la
trascendencia del encargo.
Se habla de vocación
al matrimonio, y es así. Hombres y mujeres, en su gran mayoría son llamados al
matrimonio. Pero el enamoramiento no determina la elección. El hombre, además
de sentimiento y pasión, es también racional. Y si la persona está suficientemente
educada, sabrá por sí misma que debe tamizar, no para frenar sino también para
reforzar, la elección.
Este es el primer modo –doble, como hemos visto: creación en
general y creación específica de la pareja- de promover y conservar el amor en
el mundo.
Pero hay un segundo modo y éste es especial porque no es
creado: la encarnación del Hijo de Dios, por amor, para hablarnos del amor
eterno, que supera incluso la necesidad de una inmolación.
Y aquí tenemos la
Semana Santa para meditar en ello: sin duda alguna, el tema más profundo e
interesante que hemos de meditar para encarnarlo también nosotros, porque posiblemente la encarnación de cada personal sea completamente distinta. Y el
sello de este amor, como el sello del amor matrimonial humano sean los anillos
que se entregan el dia de la boda, el sello de Jesucristo es la Eucaristía.
Quien la toma reconoce el ejemplo de Jesús y en Él encuentra el alimento para
llevarlo a cabo en su aventura personal.

El sello que recuerda y une el amor de Dios y nuestro amor a
Él es la Eucaristía, contenedora de la energía que no desmaya y que necesitamos para ser constantes en
nuestros propósitos cara a Dios y cara a los demás.
3 comentarios:
Me ha parecido muy bonito y muy verdadero. Gracias
Creo que podría añadirse la amistad como otra fuente de amor en el mundo, como dice su comentario. Gracias a ella hay nuevos detalles de afecto y comprensión.
Llevas toda la razón. También la amistad, que tan misteriosamente surgen en muchas ocasiones, es un gran medio para introducir el amor humano y divino en el mundo. Gracias por la observación.
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