¿No es una presunción vivir de la esperanza? ¿Por qué ha de llegar a producirse aquello en lo que esperamos? Está bien tener ilusiones, ¿pero no será vano esperar a que se cumplan?
¿Esperanzados, sí o no?
El hombre no puede vivir sin futuro, el presente no le basta. O le bastará para el presente, para hoy, pero ¿y el mañana?
La esperanza puede ponerse en el corto plazo, en el día a día, en cosas posibles, muy muy fáciles de lograr. “La semana que viene os compro castañas”, decía un padre a sus hijos pequeños y sus amigos. Pero se acabó casi de repente el tiempo de las castañas, o al menos desaparecieron los puestos de castañeros. Era difícil de que de un día para otro desaparecieran, pero eso es lo que pasó.
Si la esperanza a corto plazo puede no llegar, podemos confiar en que llegarán las cosas o los sucesos que esperamos a largo plazo? ¡Figúrate! Sin embargo es imprescindible hacerlo. Más aún, se llama previsor y buen empresario, y buen estadista, a la persona que piensa cosas importantes y va preparando su venida. Las cosas importantes no suelen alcanzare en poco tiempo, necesitan constancia, paciencia, trabajo.
La esperanza que se pone en Dios es la más segura: ser bueno, aprender a hacer oración, ganar en buen trato, en caridad. La fe en la omnipotencia divina y en su misericordia, es mi esperanza. Ese es mi principal motivo de una esperanza segura, a largo y a corto plazo.
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