viernes, 16 de junio de 2017

Preparar una familia estupenda

   Entre nosotros, en una reunión de sacerdotes, había un juez eclesiástico. Buena parte de su oficio de juez la dedica a causas matrimoniales. Alguno le preguntó: A pesar de la preparación que se procura que reciban los novios, y de los cursillos prematrimoniales, ¿hay casos de nulidad matrimonial porque alguno de los cónyuges no ha entendido en qué consiste contraer matrimonio por la Iglesia?

   Con expectación y sorpresa oímos: -Sí, hay gente que no se entera. Y a veces esa ignorancia lleva a conflictos que obligan a investigar su grado  de conciencia en aquellos momentos. No se habían enterado. Se quieren, están dispuestos a tener algún niño, y ya está.

   El Papa Francisco advierte de la gravedad de la negligencia de los que preparan al matrimonio.  Y puede haberla, el asunto es serio, se trata de procurar por todos los medios la validez de un sacramento. Pero, incluso con preparadores responsables, hay quienes oyen lo que quieren, y se disponen interiormente a vivir lo que ellos creen que es suficiente para el caso.
 
   Eso nos lleva a preguntarnos, ¿Qué hay que entender, aceptar, proclamar, al presentarse ante el altar para casarse?

El matrimonio entendido al completo

   Está claro que se atraen, que se quieren, que quieren vivir juntos, que han alquilado un piso, que les gustaría tener algún hijo. ¿Eso es todo?

   Ya hemos visto que no. Con la razón podemos ir sumando facetas positivas, válidas, que deben ser parte integrante del consentimiento. Pero, a veces la razón no llega, le cuesta completar una verdadera noción de matrimonio, y de ahí que Dios nos haya querido dejar la Revelación.

   Concretamente, el primer capítulo del Génesis. Que familiar nos resulta, y cuántas veces lo habremos oído: los creó hombre y mujer, les dijo que deberían dejar a sus padres y unirse en una sola carne; que procreasen, que llenaran la tierra; y que se hicieran cargo de todo: territorio, aves, peces, ganado y, en definitiva, de todo cuanto existe. Hoy día podemos entender que todos los aspectos de la creación a los que el hombre puede llegar, sin también responsabilidad del hombre. Hay que cuidarlo, protegerlo, sacarlo adelante, procurar que siga el desarrollo propio de su vida. Y ahí entran planetas, astros y agujeros negros, todo.

   Por tanto, que se hagan responsables de su facultad procreativa y la ejerzan con generosidad, como Dios se muestra generoso con las cosas. También deben velar por la convivencia matrimonial, familiar y social con sus vecinos. Que se organicen, vivan en paz,  y sepan encauzar todos los problemas que puedan irse encontrando, como pobreza, enfermedad, falta de trabajo, etc.

   Verdaderamente es grandioso este panorama. No tiene fin. Llama al trabajo, a la colaboración, a la inventiva, a la experimentación, a la comprensión, a la flexibilidad. A la ausencia de un egoísmo, o de una ambición, o de una pereza injusta, porque todos nos beneficiamos de la aportación de todos según nuestro capacidad.

   Esto es, aproximadamente, una visión global del matrimonio.

Problemas y grandeza de la familia

   La injerencia de los padres, las expectativas que se forjaron sobre sus hijos, la ayuda que esperan de ellos…  Lo cierto es que hará bien la nueva pareja de recién casados en poner tierra por medio. Y desde la distancia, ver cómo va a ser su colaboración libre y a ser posible generosa. Pero desde la independencia de la pareja.

   Los problemas de la convivencia matrimonial, muchos, quizás. Pero salvables porque lo que une no es el carácter, o el capricho, sino la tarea que se han propuesto, la de crear una familia.

   ¿Hijos? Dios ha sido generoso con nosotros. Démosle descendientes, nuevas criaturas humanas que le den gloria.

   ¿Convivencia familiar, organización del hogar, educación de los hijos? Son personas humanas, al principio muy pequeñas, a las que se ha invitado a venir con papá y mamá. Por tanto, tienen que colaborar en la medida en que puedan irlo haciendo: orden, limpieza, ayuda a los mayores, aprendizaje.

   ¿Cumplimiento de los deberes, preparación para un trabajo superior el día de mañana? Conviene que haya un tiempo para que la familia reunida trabaje en el estudio, en sus tareas propias, profesionales, de hogar, etc.

   ¿Dar cuenta de lo que cada uno ha hecho en beneficio propio y de los demás? Sí, no se trata de vanidad sino de sencillez. Y es justo recibir la aprobación, incluso el homenaje por la buena realización del trabajo. Las censura, mejor aparte, en particular, para que se entienda bien y se ayude a corregir.

   ¿Comentar el entorno en el que cada uno se desenvuelve, los sucesos sociales, políticos, los apuros económicos, el ahorro y la buena administración de lo que se tiene? Por supuesto. Todos deben tener su momento diario, semanal, para intervenir. La familia estará más unida si se conocen entre sí, si se entienden -¡y se admiran!-, los recursos que cada uno ha empleado para salir victorioso de sus tareas. O los fracasos y las faenas que ha tenido que sufrir por parte de compañeros o de superiores. Es el momento de hacerse una idea de las reacciones de los demás, y aprender del ejemplo o de la censura que han de recibir por parte de los mayores.

    ¿Y los amigos y amigas? ¿Y los abuelos? En la medida que sea asimilable por la familia y por las dimensiones del hogar, habrá que invitarlos. ¿Han de estar mucho tiempo en la casa, o los hijos han de pasar mucho tiempo en casas ajenas? No es necesario. Pero el buen juicio de los padres, siempre atentos, determinarán lo que conviene para provecho de unos y de otros.

Conclusión

Si esto se entiende, se está preparado para casarse. El matrimonio cristiano es continuación del matrimonio natural y el matrimonio celebrado
no solo será válido, sino muy conveniente, y muy laudatorio.

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