miércoles, 22 de abril de 2015

El trabajo humano

Las tareas profesionales son testimonio de la dignidad de la criatura humana (Forja, 702).

Estas palabras exigen un poquito de atención. Nos recuerdan, en primer lugar, que el mundo –y en él la criatura humana-, han sido creados por Dios. En segundo lugar, que el hombre ha sido puesto al frente del mundo ‘entero’ –del universo, habría que decir-, para que lo cuide y también para que le sirva de alimento y distracción. Esta tarea manifiesta precisamente su dignidad, es decir, su preeminencia sobre el resto de las cosas. Si todo está sometido al cuidado del hombre, también el hombre debe estarlo. Cuidar al hombre –niño, anciano, enfermo, sin trabajo-, es algo prioritario para esa esa dedicación de todo hombre.
'Tiempos modernos' muestra un tipo de
trabajo que deshumaniza al hombre.
Es lo contrario de lo que aquí se dice.  
La vida ordinaria del hombre -también la extraordinaria, pero esta muchas veces viene por sorpresa-, viene dado por el trabajo lleno de matices de cada lugar. La profesión es el trabajo al que cada uno se dedica. Se elige con fe. El término profesión tiene que ver con fe, y su realidad tiene que ver con la capacidad natural de cada uno y la confianza que da elegir una actividad que gusta, porque se piensa que se puede realizar con facilidad después de un cierto aprendizaje. 

Y esa actividad, que se realiza en armonía con muchas otras, ayuda a ‘poner los pies sobre el suelo’, a vivir la realidad. La realidad de la materia, del esfuerzo y el gozo de modelar una materia física o una tarea intelectual. Se empieza a tener certezas acerca de lo que es mejor o peor para la sociedad, para el negocio, para la convivencia. Es la experiencia de la que puede iniciarse un nuevo camino, desde la que se puede innovar.

Es fuente de prestigio, que abre paso al trato humano, al conocimiento de personas, a las amistades.

Y, desde un punto de vista más elevado, se entra en contacto con la Providencia de Dios. Como creador, ya manifiesta cuál es su voluntad. Nos ha hecho inteligentes y libres, y mediante el trabajo el hombre contribuye a la marcha del mundo, que Dios respeta y aprovecha para orientar e intensificar la actividad que lleva a la salud espiritual de cada uno y de todos.  

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