domingo, 4 de enero de 2015

Jesús, Salvador

"Se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno".

Jesús quiere decir Salvador.  Muchas otras personas llevaron nombres parecidos de significación semejante, pero Jesús se llama así de manera plena. Se le suele añadir Cristo, Mesías, de modo que se expresa mejor que la persona de que hablamos, el hijo de María Virgen, esposa de José, es la persona anunciada y esperada por los judíos desde antiguo.

¿De qué viene a salvar Jesús? Del pecado, de la muerte eterna. ¿Es que tiene que darse una salvación externa a cada individuo, porque por sí solo no se puede salvar?¿No es eso tener una visión pequeña, negativa, del hombre?

Nuestras posibles disquisiciones no son originales, porque ya se dieron en la historia y, además, hace mucho tiempo, en el siglo IV. Para Pelagio y Celestio, estaba claro que quien quiere puede ser una persona cumplidora y exitosa, y quien no quiere se queda atrás. Es fácil advertir, pensaban, que es cuestión de voluntad.

Algo así observamos todos pero, claro, si las cosas consistieran en lo que decían Pelagio y compañía, resultaría que la venida de Jesús hubiera sido inútil, porque cada uno puede valerse por sí mismo, y no digamos su pasión y muerte. Para un buen cristiano, lleno de fe  en la divinidad de Jesucristo, esa explicación no puede ser aceptable, las cosas tienen que estar dispuestas de otra manera.

Lo primero que hay que hacer es intentar comprender mejor el pecado de Adán y Eva. ¿Fue tan terrible? ¿Realmente ha tenido tan malos efectos?

Por los hechos narrados en el Génesis, sabemos que la desobediencia a Dios comporta, enseguida, un pecado de homicidio. Y luego, como dice el título introducido en la Biblia, "se propaga el pecado", y comienza desórdenes de todo tipo que llega a hacer peligrosa incluso la vida en un pueblo a causa de la agresividad en todos los terrenos. La Iglesia explica que el primer desorden -la desobediencia a Dios-, provoca una ola de desórdenes que comienza en el interior del hombre y se manifiesta en el comportamiento exterior.

Algunos teólogos lo ven con claridad, entre ellos san Agustín. No se generaliza el pecado por el mal ejemplo exterior que pueden darse unos a otros, sino que en el corazón del hombre se hereda un desorden que solo la gracia puede remediar.

-Bien, la gracia es una ayuda, pero en el fondo el que quiere...

-No, Dios quiere que todos los hombres se salven, y ofrece su gracia. Acogidos a ella, no solo al comienzo de la vida por el Bautismo, sino continuamente, tratando a Dios con oración y usando de sus Sacramentos. Así el hombre ve lo que tiene que hacer y lo intenta después de pedirlo a Dios. Si no lo intentase, sería inútil, pero lo puede intentar con la gracia.

El coche conducido de forma automática parece que empaña el ejemplo de la atención que debe tener la persona que lo usa, pero no es así. Incluso en el caso del coche automático la persona que se sube debe abrir la puerta, toquetear los mandos y sentarse atento. La "gracia" del ingeniero le llevará de un sitio para otro, pero ya veremos cuál es la función del conductor porque, nula no va a ser.


Jesucristo es nuestro Salvador, aun cuando la vida hemos de vivirla cada uno. Pero hemos de apreciar su compañía, porque es y será decisiva en todo momento. Tenemos sus palabras, sus ejemplos, y su gracia que los Sacramentos nos procuran.   

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