"Se le dio
el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el
seno".

¿De qué viene a
salvar Jesús? Del pecado, de la muerte eterna. ¿Es que tiene que darse una
salvación externa a cada individuo, porque por sí solo no se puede salvar?¿No
es eso tener una visión pequeña, negativa, del hombre?
Nuestras posibles
disquisiciones no son originales, porque ya se dieron en la historia y, además,
hace mucho tiempo, en el siglo IV. Para Pelagio y Celestio, estaba claro que
quien quiere puede ser una persona cumplidora y exitosa, y quien no quiere se
queda atrás. Es fácil advertir, pensaban, que es cuestión de voluntad.
Algo así
observamos todos pero, claro, si las cosas consistieran en lo que decían
Pelagio y compañía, resultaría que la venida de Jesús hubiera sido inútil,
porque cada uno puede valerse por sí mismo, y no digamos su pasión y muerte.
Para un buen cristiano, lleno de fe en
la divinidad de Jesucristo, esa explicación no puede ser aceptable, las cosas
tienen que estar dispuestas de otra manera.
Lo primero que
hay que hacer es intentar comprender mejor el pecado de Adán y Eva. ¿Fue tan
terrible? ¿Realmente ha tenido tan malos efectos?
Por los hechos
narrados en el Génesis, sabemos que la desobediencia a Dios comporta,
enseguida, un pecado de homicidio. Y luego, como dice el título introducido en
la Biblia, "se propaga el pecado", y comienza desórdenes de todo tipo
que llega a hacer peligrosa incluso la vida en un pueblo a causa de la
agresividad en todos los terrenos. La Iglesia explica que el primer desorden
-la desobediencia a Dios-, provoca una ola de desórdenes que comienza en el
interior del hombre y se manifiesta en el comportamiento exterior.
Algunos teólogos
lo ven con claridad, entre ellos san Agustín. No se generaliza el pecado por el
mal ejemplo exterior que pueden darse unos a otros, sino que en el corazón del
hombre se hereda un desorden que solo la gracia puede remediar.
-Bien, la gracia
es una ayuda, pero en el fondo el que quiere...
-No, Dios quiere
que todos los hombres se salven, y ofrece su gracia. Acogidos a ella, no solo
al comienzo de la vida por el Bautismo, sino continuamente, tratando a Dios con
oración y usando de sus Sacramentos. Así el hombre ve lo que tiene que hacer y
lo intenta después de pedirlo a Dios. Si no lo intentase, sería inútil, pero lo
puede intentar con la gracia.
El coche
conducido de forma automática parece que empaña el ejemplo de la atención que
debe tener la persona que lo usa, pero no es así. Incluso en el caso del coche
automático la persona que se sube debe abrir la puerta, toquetear los mandos y
sentarse atento. La "gracia" del ingeniero le llevará de un sitio
para otro, pero ya veremos cuál es la función del conductor porque, nula no va
a ser.
Jesucristo es
nuestro Salvador, aun cuando la vida hemos de vivirla cada uno. Pero hemos de
apreciar su compañía, porque es y será decisiva en todo momento. Tenemos sus
palabras, sus ejemplos, y su gracia que los Sacramentos nos procuran.
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