El Psicoanálisis interpretó la existencia humana como pulsión, es decir, como un impulso irrefrenable hacia el placer y, en concreto, hacia el placer sexual, el más básico de todos.
Un impulso irracional, necesario porque -según el particular punto de vista psicoanalítico- este es el dinamismo vital propio del hombre. Si triunfa el impulso sin obstáculos, la vida es feliz. Si los obstáculos los pongo yo, consciente o inconscientemente, o los pone otro, hay conflicto. El conflicto puede interpretarse como enfermedad y se debe ir al médico psicoanalista, que es el especialista en descubrir cuál el obstáculo y cómo debo sobrepasarlo.
Solo nos queda trabajar como las hormiguitas, acumular para el invierno y esperar una nueva primavera, ¡que llegará!, si somos buenos cristianos de verdad.
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