domingo, 18 de marzo de 2018

En esta Cuaresma

"Y Llegan días, en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva" (Jer 31,32)

Las alianzas de Dios con los hombres se suceden. ¿Qué es una alianza? Un acuerdo promovido por Dios (no es un contrato entre iguale igual), en el que Dios se compromete a comportarse de una manera determinada y pide al hombre, por su bien -es un acuerdo ventajoso para él-, que corresponda.

"Esta será la alianza... Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo".

De modo que ya no hay que acudir a las Escrituras cada dos por tres para ver la voluntad de Dios: bastará con consultar atentamente nuestro interior. Allí encontraremos la orientación e incluso al mismo Orientador. En la oración, es Dios quien responde a nuestra inquietudes.

¿Y cómo será posible ese recogimiento de los sentidos, de tantas distracciones, para que pueda centrarme en mi corazón? Responde el Evangelio de san Juan 12,24: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere da mucho fruto". Por tanto, hemos de quitarnos de en medio. Lo que estorba para que tengamos verdadera vida interior, somos nosotros a nosotros mismos. ¡Quítate de en medio y atiende!

Leí, hace unos años, que en un pueblo cercano a Bilbao había en verano una carrera de caracoles. Estaba permitido abrir, con una hojita, un surco de agua delante del caracol, y poder estimularle dándole con esa hojita en la cola. Así el caracol no se encerraba en sí mismo y se negaba a andar. Con ese estímulo, andaría.

El surco lo abrimos ante nosotros en la oración, y el empuje, en el trato con el Señor.

En una entrevista en la revista Época, le preguntaron a don Javier Echevarría si, habiendo estado tantos años junto a san Josemaría y junto a don Álvaro, había podido desarrollar su personalidad o, si por el contrario, se había visto cohibido.Contestó que en toda su vida hubiera soñado con procurar entenderse con todo el mundo, preocuparse por todos los hombres y mujeres; ni haber tenido interés concreto por todas las culturas, ni hubiera tenido amplitud de miras para estudiar los intereses de la Iglesia y de la sociedad en cada caso. Ni hubiera procurado conocer la situación laboral, familiar, de personas de tantos países, ni su libertad y su dignidad. Y concluía: "Yo, como hombre de mi tiempo, como cristiano y como sacerdote, soy una persona ambiciosamente realizada, y tengo el corazón mundializado, gracias a haber vivido con estos dos hombres de espíritu grandioso, cristianamente grandioso".

San Josemaría escribió en 1932, que la plena vocación a la vida cristiana, como ha de planteársela una persona del Opus Dei, es una toma de posición ante la vida: yo estoy aquí, dedicado a esto, y con este panorama de acción; por tanto, con este sentido de misión, No estoy para mirar sentado sino para actuar; y he de adquirir y renovar mi fuerza vital en mi filiación divina y en mi hermandad con Jesucristo cuya misión continúo.

A Jesús, en cuanto hombre, se le ve rezar a diario. Por supuesto antes de acontecimientos de importancia.

Y tú, ¿conectas con Dios? Los peores no son las personas malas sino las bondadosas, las indiferentes, que dejan las decisiones -por humildad, claro- en manos de otros. En el Apocalipsis se lee que a esos Dios "los vomitará de su boca" (Ap. 2,16). No.Un día, una persona que soportaba en silencio su situación de acoso injusto, se hartó y dio cuatro voces. Vino compungido: he fallado. ¡Qué va!, le repuse, has dejado claro que si aguantas es porque quieres, que si no tú eres tan capaz como los demás, de fastidiar y de armar la de san Quintín.

Seamos generosos, hagamos oración y enterémonos -con la ayuda de nuestra Madre-, de lo que Dios quiere de nosotros.


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