martes, 12 de enero de 2016

Volver a nacer


"Este es el punto de apoyo sobre el que se basa mi libro: considera a Jesús a partir de su comunión con el Padre. Este es el verdadero centro de su personalidad. Sin esta comunión no se puede entender nada y partiendo de ella, Él se nos hace presente también hoy." Esta frase la escribió el Papa emérito Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazaret.

Jesús dijo a menudo que Dios era su Padre, incluso ante Pilatos, sabiendo que su contestación le causaría la muerte.

Esa filiación divina nos corresponde también a nosotros, como nos asegura san Juan en su primera carta: "Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, porque lo somos." (3,1)

-Pero, ¿desde cuando lo somos?

-Desde el momento de nuestro bautismo.

-¿Y no lo éramos desde antes?

-Éramos hijos en cuanto que criaturas. Ese término quería decir que procedíamos de Dios pero no hacía hincapié en la intensidad con que podíamos vivir esa relación. En cambio con el bautismo comienza -puede comenzar-, una vinculación mucho más estrecha de verdaderos hijos.

-¿Y si hasta ahora no le hemos prestado mucha atención a esa filiación?

-San León Magno contestó hace mucho tiempo a esta pregunta en un sermón con motivo del día de Navidad: "Aunque cada uno de los que llama el Señor a formar parte de su pueblo sea llamado en un tiempo determinado y aún día distintos, la totalidad de los fieles bautizados ha nacido con Cristo en su nacimiento, del mismo modo que ha sido crucificada con Cristo en su pasión, ha sido resucitada en su resurrección y ha sido colocada a la derecha del Padre en su ascensión"

Todo esto lo afirma sabiendo, como todos los cristianos, que Jesús vivió en un tiempo determinado pero que cuando hacía o decía tenían validez en cada momento. De modo que si el día de Navidad se me ha pasado 'volando', y no lo he aprovechado demasiado bien desde el punto espiritual, ahora puedo aprovecharlo, ahora puedo considerar el nacimiento de Jesús, y ahora mismo puedo nacer espiritualmente, en intensidad, en aprovechamiento, con Él. ¿Y todo ésto por qué? Porque el querer de Dios es para siempre.

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